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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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XVIII<br />

Resulta, pues, que a pesar <strong>de</strong> todo su interés y todos sus esfuerzos en favor <strong>de</strong>l preso, la duquesa y el<br />

primer ministro muy poca cosa habían podido hacer por él. El príncipe estaba furioso; la corte y el<br />

público, incitados contra Fabricio y encantados <strong>de</strong> verle al fin en <strong>de</strong>sgracia; había sido <strong>de</strong>masiado<br />

afortunado. A pesar <strong>de</strong>l oro tirado a manos llenas, la duquesa no había podido avanzar un paso en el sitio<br />

<strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la. No pasaba día sin que la marquesa Raversi o el caballero Riscara tuvieran algún nuevo<br />

aviso que comunicar al general Fabio Conti. Reforzaban así su <strong>de</strong>bilidad.<br />

Como hemos dicho, el día <strong>de</strong> su <strong>de</strong>tención, Fabricio fue conducido primero al palacio <strong>de</strong>l<br />

gobernador. Es éste un pequeño y bonito edificio construido en el siglo último con arreglo a los dibujos<br />

<strong>de</strong> Vanvitelli, que lo levantó a ciento ochenta pies <strong>de</strong> altura, a lomos <strong>de</strong> la enorme torre, como la joroba<br />

<strong>de</strong> un camello. Fabricio alcanzaba a ver, muy a lo lejos, el paisaje <strong>de</strong> los Alpes; seguía con la vista, al<br />

pie <strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la, el curso <strong>de</strong>l <strong>Parma</strong>, una especie <strong>de</strong> torrente que, doblando a la <strong>de</strong>recha a cuatro<br />

leguas <strong>de</strong> la ciudad, va a <strong>de</strong>sembocar en el Po. Más allá <strong>de</strong> la orilla izquierda <strong>de</strong>l río, que formaba como<br />

una serie <strong>de</strong> inmensas manchas blancas en medio <strong>de</strong> los campos ver<strong>de</strong>s, su mirada embelesada veía<br />

distintamente cada cumbre <strong>de</strong> la inmensa muralla que forman los Alpes al norte <strong>de</strong> Italia. Estas cumbres,<br />

siempre cubiertas <strong>de</strong> nieve, hasta en el mes <strong>de</strong> agosto que era entonces, son como un aura <strong>de</strong> frescura en<br />

el recuerdo en medio <strong>de</strong> los campos abrasados. Se pue<strong>de</strong>n distinguir los menores <strong>de</strong>talles <strong>de</strong>l bor<strong>de</strong><br />

montañoso, aunque está a más <strong>de</strong> treinta leguas <strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>. <strong>La</strong> vista, tan dilatada, <strong>de</strong>l<br />

hermoso palacio <strong>de</strong>l gobernador, queda interceptada al mediodía por la torre Farnesio, en la que estaban<br />

preparando a toda prisa una habitación para Fabricio. Esta segunda torre, como el lector recordará quizá,<br />

fue levantada sobre la plataforma <strong>de</strong> la torre gran<strong>de</strong>, en honor <strong>de</strong> un príncipe here<strong>de</strong>ro que, muy diferente<br />

<strong>de</strong> Hipólito, el hijo <strong>de</strong> Teseo, no había rechazado las atenciones <strong>de</strong> una madrastra joven. <strong>La</strong> princesa<br />

murió a las pocas horas; el hijo <strong>de</strong>l príncipe no recobró su libertad hasta pasados diecisiete años,<br />

cuando, al morir su padre, subió él al trono. Esta torre Farnesio, a la que, transcurridos siete cuartos <strong>de</strong><br />

hora, hicieron subir a Fabricio, muy fea en el exterior, se eleva cincuenta pies sobre la plataforma <strong>de</strong> la<br />

torre gran<strong>de</strong>, y está provista <strong>de</strong> varios pararrayos. El príncipe, <strong>de</strong>scontento <strong>de</strong> su mujer, que hizo<br />

construir aquella prisión que se alcanzaba a ver <strong>de</strong> todas partes, tuvo la singular pretensión <strong>de</strong> convencer<br />

a sus súbditos <strong>de</strong> que existía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía muchos años: por eso le puso el nombre <strong>de</strong> torre Farnesio.<br />

Estaba prohibido hablar <strong>de</strong> esta construcción, aunque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> toda <strong>Parma</strong> y <strong>de</strong> las llanuras vecinas se veía<br />

perfectamente a los albañiles colocar las piedras que iban componiendo aquel monumento pentagonal.<br />

Con el fin <strong>de</strong> probar que era antigua, fue colocado sobre la puerta, <strong>de</strong> dos pies <strong>de</strong> ancho y cuatro <strong>de</strong> alto,<br />

que da acceso a la torre, un magnífico bajorrelieve que representa a Alejandro Farnesio, el célebre<br />

general, obligando a Enrique IV a alejarse <strong>de</strong> París. Esta torre Farnesio, <strong>de</strong> tan soberbia situación, se<br />

compone <strong>de</strong> una planta inferior, <strong>de</strong> cuarenta pasos <strong>de</strong> largo por lo menos, ancha en proporción y con<br />

numerosas columnas muy chaparras, pues una pieza tan <strong>de</strong>smesuradamente vasta no tiene más <strong>de</strong> quince<br />

pies <strong>de</strong> altura. Está ocupada por el cuerpo <strong>de</strong> guardia, y, en el centro se eleva la escalera en torno a una<br />

<strong>de</strong> las columnas; es una escalerita <strong>de</strong> hierro, muy ligera, apenas <strong>de</strong> dos pies <strong>de</strong> ancha y construida en<br />

filigrana.<br />

Por esta escalera que se estremecía bajo los pies <strong>de</strong> los carceleros que le escoltaban, Fabricio llegó<br />

a unas vastas estancias <strong>de</strong> más <strong>de</strong> veinte pies <strong>de</strong> altura y que constituían un magnífico piso primero. En

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