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Unidad Formativa<br />
res no respeta unos principios básicos en su proceso de ejecución, como por<br />
ejemplo la exclusión de la violencia como método de gestión de conflictos,<br />
se producen desajustes entre el ámbito familiar y el escolar que, una vez llegamos<br />
a edades avanzadas, son imposibles de salvar.<br />
Es evidente que hoy existen familias en las que se observa una autoridad<br />
con alguno de los siguientes tres ingredientes, muy nocivos para la<br />
educación de niños y niñas. Se trata de un poder mal usado por:<br />
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a) «Desafectuado». Ya que el afecto por parte de padres y de madres<br />
parte de una concepción excesivamente distante y concesiva donde la<br />
no existencia de un límite normativo, desorienta y «amoraliza» a los<br />
hijos e hijas. Se olvida que la heteronomía precede a la autonomía.<br />
b) «Desvalorizado». Al existir una contradictoria e incompleta trasmisión<br />
de valores, basada en el «enfrentamiento» (en la opuesta definición<br />
y escala de valores) y en la «contaminación» (concepciones desvirtualizadas<br />
de los valores). Las nociones de libertad, de responsabilidad,<br />
de esfuerzo, de amor o de paz, han sufrido procesos de cambio<br />
y desvalorización.<br />
c) «Permisivo». Quizás el más visible de todos los síntomas de degradación<br />
del uso del poder en el contexto familiar en la actualidad. El<br />
«amor» permisivo y tolerante (bajo un concepto desvalorizado del<br />
afecto, la tolerancia y la libertad) provoca la crianza de niños y niñas<br />
consentidos y consentidas, que apenas experimentan la frustración o<br />
las limitaciones propias de una vida sujeta a normas básicas de convivencia,<br />
convirtiéndoles con el tiempo, como dice Javier Urra (2006),<br />
en pequeños tiranos (El pequeño Dictador).<br />
La verdad es que son demasiado frecuentes los casos en los que la<br />
familia es incapaz de realizar el proceso de traslación y delegación de parte<br />
de su autoridad hacia el profesorado, sencillamente porque llega cierto<br />
momento en el que ella misma ya carece de tal autoridad. Es decir, el profesorado<br />
no es el primer colectivo que hoy sufre pérdidas en su autoridad<br />
legal, antes lo fue la familia, siendo frecuente oír en boca de padres y<br />
madres del alumnado conflictivo expresiones como, «no nos hace caso»,<br />
«se nos fue de las manos» o «no sabemos qué hacer con él o ella». Por otro<br />
lado, es deber del profesorado asumir la autoridad legal y pública que<br />
según la ley nos otorga la sociedad, trascendiendo la autoridad académica.<br />
A veces, creemos erróneamente que poseer esta última es suficiente para<br />
disuadir al alumnado en su empeño de generación de conflictos.