MANUAL-DOCENTE
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Competencias básicas para la convivencia<br />
Existe otra autoridad tan poderosa, o más, que la legal: Nos referimos<br />
a la autoridad ética, que es reconocida por el grupo de los que la acatan por<br />
la manifestación previa de conductas cercanas a sus valores por parte de los<br />
que alcanzan dicha autoridad. Esta autoridad no se impone ni se da por descontada.<br />
Emana del ejercicio y servicio profesional de calidad mostrado en<br />
el día a día. Se basa en el afecto, el respeto y la eficiencia durante las intervenciones<br />
en los conflictos. La autoridad ética termina por conquistar<br />
mucho más poder que la autoridad legal, pero el camino es más lento que<br />
en el caso de la autoridad académica y exige paciencia por parte del docente,<br />
del mismo modo que el camino de la convivencia y la cultura de paz<br />
exige más tiempo que el tentador atajo de la violencia. Y no corren tiempos<br />
en los que la paciencia y la constancia sean virtudes estrella.<br />
El poder que emana de la autoridad ética se sustenta en el afecto de<br />
calidad, en la defensa activa y personal de los valores y en la disciplina<br />
entendida como una de las expresiones asertivas del afecto. Va en contra de<br />
conductas extremas como el despotismo (autoritarismo) o el «laissezfaire»<br />
(la permisividad), basadas en relaciones de dominio/sumisión, tradicionalmente<br />
derivadas de relaciones basadas en la violencia y en la competitividad.<br />
A quien tiene autoridad ética no le importa someterse, a veces por propia<br />
voluntad, a negociaciones de poder con quienes están a su cargo, o<br />
mejor dicho en su carga, pues quien posee autoridad ética enfatiza más la<br />
responsabilidad propia de su posición que los beneficios que de ella se puedan<br />
derivar. Prefiere sentirse como «el que propone», y no como el que<br />
impone, «el que respeta», y no el que causa temor, «el que lo que hace tiene<br />
fundamento», y no el que basa la autoridad en decisiones que no admiten<br />
crítica, «el que muestra intransigencia a la violencia», aunque hace cuanto<br />
puede por reintegrar socialmente a la persona violenta, «el que siempre<br />
escucha», y no cierra nunca el camino al diálogo. En definitiva, alguien que<br />
llegado ciertos momentos, antepone el bien de la comunidad a los intereses<br />
particulares, incluidos los de él mismo. Esta visión no le exime de mostrar<br />
su afecto, en ocasiones, mediante la negativa o la reprensión, si llegara el<br />
caso, de la misma forma en que reforzará con halagos la buena conducta.<br />
El mostrador de la autoridad ética posee la virtud de manifestar el disgusto<br />
o la reprensión en avenencia con el cariño y el halago. Consecuentemente,<br />
llegado el caso de mostrar confianza y respeto a la autonomía de<br />
la persona que está bajo su autoridad, puede revelarla en conjunción con la<br />
disciplina y la norma, sin recibir, a cambio, aversión o desprecio. Y es que,<br />
el poder ético que deriva de este tipo de autoridad no suscita temor, sino<br />
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