MANUAL-DOCENTE
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Unidad Formativa<br />
– Primeramente, existe un segmento del profesorado que no llega a compartir<br />
los principios básicos del trabajo pro CCBB. Afortunadamente,<br />
representan sólo a una minoría del conjunto de los docentes. Dicen que<br />
las CCBB «culminan otro cambio más en el sistema educativo, propiciado<br />
por nuestros gobernantes», que, «el alumnado fracasa porque se<br />
ha perdido la cultura del esfuerzo y ya no se estudia como antes» o que<br />
«la gente sabe cada día menos porque ya no se dan conocimientos quedando<br />
todo en fichas de copiados y pasatiempos». Generalmente, este<br />
profesorado se haya instalado en la queja continua y deriva la responsabilidad<br />
de las causas que originan el fracaso escolar a otros colectivos<br />
(padres y madres, administraciones,<br />
medios de comunicación...) que, si<br />
bien comparten esferas de responsabilidad<br />
y causalidad, no lo son en tal<br />
grado como para permitirnos estar<br />
exentos de una necesidad de revisión<br />
y actualización en nuestras dinámicas<br />
de trabajo diario. El núcleo del<br />
dilema que hay tras este posicionamiento<br />
es la sobrevaloración de las<br />
metodologías educativas tradicionales<br />
basadas en un carácter transmisivo<br />
de la enseñanza y en modelos de autoridad rígidos, ante un perfil de<br />
alumnado que es diametralmente distinto al que existía hace unas décadas.<br />
En la actualidad, es fácil observar decenas de transformaciones<br />
notables en la diversidad del alumnado dentro de cada aula, en el sistema<br />
educativo y político, en la competencia internacional y la globalización,<br />
en los modelos familiares, en los tipos de salida laboral o en el<br />
grado de impacto de las tecnologías de la comunicación y de la información.<br />
Ya de por sí, cada uno de estos cambios puede poseer entidad<br />
suficiente como para hacernos adoptar medidas que transformen y<br />
adapten la escuela a la nueva sociedad. Añorar tiempos pasados y permanecer<br />
inamovibles en nuestros estilos didácticos y curriculares, creyendo<br />
que así se devolverá a la sociedad el «falso equilibrio» primitivo,<br />
además de no ser funcional (por constituir una obstinación inútil e ingenua<br />
la de creer que se puede tratar al alumnado de cada generación de<br />
la misma forma), tampoco es moderno (no sigue la línea de los modelos<br />
pedagógicos que obtienen mayor éxito en países europeos similares<br />
al nuestro) y, sobre todo, no desarrolla aprendizajes básicos como<br />
representan las CCBB (quedándose sólo en aspectos fragmentados de