As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

Carlos Pereira Martínez y Ana Romero Masiá
el orden de las relaciones humanas, que no hay dificultad alguna ni ofrece interés de
ninguna especie el saber si Juan es republicano y Pedro es socialista, conservador, etc.
No sucede lo mismo en el campo anarquista. Los partidarios de la acracia no están
disciplinados ni inscritos en ningún registro. Amantes fervorosos de la libertad no
quieren atarse a un reglamento ni programa, ni menos regimentarse bajo direcciones ni
jefaturas. Cada uno es para sí su jefe, su director, su amo. La más amplia autonomía es
la base de unificación del cuerpo social, como masa compacta de agregadas unidades
en que ninguna pierda su valor absoluto y relativo. El ideal, la esencia misma de
su filosofía es de donde proviene la afinidad, la cohesión y la fuerza de conjunción
indestructible que los partidos políticos en vano buscan en la tan decantada disciplina.
Los pocos libertarios que se agrupan únelos solamente la comunidad de ideas y el
objeto para el cual juntan sus fuerzas, mas sin reglamentarse ni formalizar o legalizar
la agrupación: constitúyense bajo una iniciativa, pactando en privado lo que tienen
por conveniente, entrando cuando quieren y saliendo cuando les da la gana y sin más
compromiso ni obligación que la libre voluntad de cada cual, que espontáneamente
concurre al deber, si tal considera la obra de sus compañeros. Considerando que su
labor de propaganda es variadísima y en todas partes puede hacerla, no hay gran
interés en agruparse, a no ser cuando una iniciativa cualquiera así lo requiera; y aun
así y todo, estas pequeñas colectividades, diseminadas acá y acullá, no constituyen
censos, ni mucho menos por los cuales se venga en conocimiento de quiénes y cuántos
son los partidarios de la anarquía.
Es por lo dicho y tantas otras cosas más, que a los libertarios sólo ha de reconocérseles
por sus hechos, en consonancia con sus ideas, y no por lo que cada cual hable o escriba,
ya que hasta por sport muchos hanse dicho anarquistas, sin conocer las ideas siquiera, y
otros, en gran número ciertamente, que también se hacen o los hacen pasar como tales,
que por falta de capacidad cerebral y voluntad para desasirse de los brazos del vicio
en que están encenagados hállanse estancados en una platónica simpatía por las ideas.
Seguramente que éstos hubieran sido buenos compañeros si la fuerza absorbente de la
corrupción social no fuese tan poderosa; mas no es esta una razón para que tratándose
de las ideas admitamos solidaridad con ellos: tendémosles nuestro brazo salvador para
arrancarlos de su deplorable estado, pero en el fango se quedan los que no quieren
venir, que no hemos de hundirnos con ellos por un exceso de conmiseración.
Los ideales anarquistas, tan combatidos por unos, tan ridiculizados por otros, y también,
digámoslo con orgullo, tan defendidos por intrépidos adalides y abnegados camaradas,
encierran una moral sublime, bellísima hasta tanto de deslumbrar con sus fulgores a
tantos miopes como crean los prejuicios sociales que son la norma del buen decir y del
buen parecer en el mundo de los privilegiados, y cuantos apenen y propaguen y ansíen
tanta belleza para la humana especie, cuantos se llamen o conceptúen anarquistas, han
de hallarse identificados y en perfecta concordancia con ella en toda ocasión y lugar,
en tanto la sociedad con sus brutalidades de bestia no anula la voluntad firme puesta
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NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010