As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

Manuel-Gonzalo Prado González
No tanto así sucedía con la Galicia del norte, o lucense. A pesar de que todos los reinos
anexionados trataban de conservar su autonomía nacional, la Galicia lucense, muy
influenciada por el poder eclesiástico, y con nobleza extranjera traída de la cuerda
castellana, miraba con agrado la Corte de Castilla.
XVIII- 1640: Guerra de Restauración de Portugal
Rebelión y guerra de independencia de Portugal contra España
La guerra en las fronteras de Galicia
Toma de Monçao y reconquista de Salvatierra.
Protagonistas: Felipe IV rey de España y Portugal, el conde-duque de Olivares; el
Duque de Braganza, el Conde de Castelo Melhor y el Conde de Prado
En 1640 comienza la guerra de independencia de Portugal, que dejará terribles consecuencias,
en especial, en el sur de Pontevedra, tras la invasión del ejército portugués
en 1665. Remata la guerra con la independencia de Portugal en 1668.
Felipe II prometió a los portugueses, con motivo de la integración de los Estados hispanicos,
que respetaría la independencia de sus instituciones, y que sólo serían gobernados
por personalidades portuguesas. Cumplió en gran medida Felipe II su promesa,
y con el desarrollo de sus instituciones permitió a los portugueses desarrollarse prácticamente
como nación independiente. Contaba, además, con un importante imperio en
ultramar al que administraba y obtenía grandes ventajas económicas y sociales.
Ya en el reinado que nos ocupa, el de Felipe IV, su persona de confianza, el Conde Duque
de Olivares, era consciente del valor que Portugal representaba en la Monarquía
Hispánica.
Además de disponer de las tierras más fértiles, pueblo trabajador, buen nivel social,
nobleza de gran caudal, disponía Portugal de una línea marítima que constituía un
enclave estratégico de primer orden para la política internacional y ultramarina de la
corte de Castilla.
Olivares se había propuesto la castellanización de la Península, para ello trazó un plan
consistente llevar a cabo una política de bodas entre los dos reinos de manera que
crease una nueva dinastía común a ambos, y por otra parte abandonar definitivamente
la letra y espíritu de los Acuerdos de las Cortes de Tomar (1581, Felipe II), en cuanto
al cumplimiento del respeto de la autonomía de Portugal y la ocupación de los cargos
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NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010