As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

Carlos Pereira Martínez y Ana Romero Masiá
La alarma en la ciudad fue grande cuando al amanecer se supo que sólo cenizas quedaban
en la extensa propiedad de don Ricardo, cubierta pocas horas antes de dorados frutos.
Este, que era el alma mater de aquella intransigencia personal, mesábase los cabellos
con rabia maldiciendo de tal fechoría y de su terquedad, jurando no volver a meterse
en otra.
Las autoridades instruyeron proceso, mandando prender inmediatamente a la junta de
la Sociedad de agricultores que, como todos, eran vecinos de la ciudad y podían probar
el haber dormido en sus casas aquella noche, y por otra parte en ninguna Asamblea se
había hablado de semejantes procedimientos, porque ya es sabido que esas cosas se
hacen y no se dicen, no podían detenerlos mucho tiempo sin manifiesta arbitrariedad.
El resto de los patronos, atemorizados, sobrecogidos, apresuráronse a participar a los
huelguistas que aceptaban sus demandas y éstos, en magna Asamblea, acordaron no
ir a trabajar hasta que fuesen puestos en libertad sus compañeros presos, lo que tuvo
lugar al día siguiente, pues aparte de que no resultaban complicados en el incendio,
porque realmente ninguno de ellos había tomado parte en él, ni siquiera sabido que
se intentaba, pues asuntos de su importancia sólo tienen de él conocimiento los que
lo ejecutan, los patronos también procuraron favorecer la cosa por temor a que les
sucediese lo mismo que a su compinche, de quien abominaban por haberles llevado a
tales extremos de tirantez y hasta in mente se alegraban de que le hubieran distinguido
a él, que era realmente el sostenedor de aquella lucha, pues ellos hubieran transigido
en parte dado lo apremiante de la siega y la resistencia de los huelguistas.
Y después de aquella jornada, de aquel supremo recurso puesto en práctica por media
docena o aún menos de los más decididos huelguistas, no ha habido menester de
nuevas huelgas, pues los patronos están siempre prontos a atender las reclamaciones
de los obreros y D. Ricardo, el mayor propietario de la ciudad, el primero, pues para
escarmiento le bastó uno. Lo que ellos dicen: no vale la pena regatear un real o dos, y
tengamos contenta a esa gente, pues es peligroso jugar con fuego.
J.S. (Germinal, 24-6-1905. Ano II, nº 22).
9. CUENTOS SUBVERSIVOS. LA BUENA SEMILLA
Neste relato en dúas entregas condena Sanjurjo un dos vicios máis estendidos entre os
obreiros: o alcoholismo.
Bien decía un querido compañero que “aunque todo se haya dicho no todo se ha oído”,
y nada más cierto, como que ni toda la semilla fructifica ni tampoco toda se pierde.
El caso que voy a referir es el siguiente:
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NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010