As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

Tres voces proletarias coruñesas
a prueba de tenacidad en defensa y en servicio del ideal, así en la vida privada como
en la relación, tanto en el hogar doméstico como en los grandes movimientos de las
multitudes, y con la serenidad del convencido recibir la coz autoritaria que sepulta en
el presidio o priva del pan cotidiano, que a tales sacrificios se llega, señores políticos
y no políticos que culpáis a los anarquistas de faltas que están bien lejos de cometer y
no queréis reconocer su grandeza de alma, su abnegación.
Son los libertarios –dicho sea con la vanidad que produce el honrar a las ideas con tal
declaración- la espuma que flota sobre el mar de fango en que se revuelca la especie
humana, y a la que quieren redimir inyectando en su alma (1) la savia fecundante y
pura de ideales de bondad y amor fraternal hasta donde sea necesario, y aplicando el
doloroso cauterio cuando y donde lo hagan menester las contingencias de la revolución
social, que traerá la felicidad al mundo. En todas partes y en toda ocasión por su
conducta, sus hechos, ajustados como no pueden menos de estarlo a las doctrinas de
tan elevada moral, no pueden menos sino distinguirse de la generalidad, y he ahí, en
las acciones, donde habrán de conocerse, no en otra cosa. En el hogar, en el seno de la
parte más íntima de la gran familia, hácense notar por lo cariñosos y afables con sus
compañeras, con sus hijos, tolerando sus defectillos, que nadie de ellos está exento,
y cuidando por la persuasión y el convencimiento que les sean tolerados los suyos;
asiduos concurrentes al trabajo por la imperiosa necesidad de subvenir al sostenimiento
de su prole por la que se afanan en cuidar y sostener, y venciendo ante este sagrado
deber la repugnancia que sienten por la explotación de que son objeto cuantos se ven
obligados a vender o alquilar sus brazos o su inteligencia, o ambas cosas, para poder
vivir, no mermarán nada a su jornal para beber ni para jugar, ni para vicio alguno, pues
no van a la taberna ni jamás se emborrachan, no juegan nunca ni tienen vicio alguno
que tal nombre merezca. Considerando a la taberna (y aún al café cuando no se limita
a saborear el tonificante líquido y conversar con los amigos) un centro de corrupción,
no la frecuentan nunca, ni mucho menos atrofian el cerebro con la indigestión del
alcohol o con el desgaste mental del juego, que si no es tan dañino en el acto como el
venenoso líquido que enriquece a los taberneros y licoristas, a la larga es más dañino si
cabe, pues llega a aniquilar las facultades intelectuales hasta convertir en idiotas a los
desdichados que no saben a tiempo sustraerse a sus funestos atractivos.
Hay individuos que conocen las ideas, y hasta a ratos se consideran libertarios y
que no dejarían de ser excelentes compañeros si pudieran romper con el vicio de
jugar o beber, -si quisieran, mejor dicho, porque poder es querer- que disculpan su
debilidad, su lamentable y vergonzosa pobreza de espíritu en la necesidad que sienten
de expansionarse un rato, viviendo siquiera breves momentos fuera de la detestable
realidad que cohíbe, que constriñe verdaderamente al más animoso. Nada más cierto
que la sentida necesidad de expansión, de esparcimiento; mas ¿se esparce el ánimo
si se dulcifica la vida embruteciéndose en una taberna bajo los vapores del alcohol
que enerva los músculos, desequilibra el sistema nervioso con las irritabilidades y
excitaciones que produce y hasta llega a anular la razón? ¿Y sentado alrededor de
NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010 161