As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

José María Manuel García-Osuna y Rodríguez
San Pelayo de León sobre la posesión de la villa de Llanos, la razón se le da al obispo
(4 de marzo). El 1 de octubre de 1053 los monarcas realizan una amplia donación al
monasterio de San Isidro de Dueñas, entre los ríos Carrión y Pisuerga.
Por fin el 7 de noviembre del mencionado año 1053, los reyes Fernando I y Sancha de
León están en Oviedo presidiendo los pertinentes actos religiosos sobre el traslado del
cuerpo del niño-mártir San Pelayo a la vetusta capital del Ovetao Regnum, Oviedo. El
hecho citado es una apoteosis triunfal de los monarcas, y el presbítero notario Martino
lo relata con todo lujo de detalles: «Para honor de nuestro Señor Jesucristo y por el
amor al más reciente mártir Pelayo, que permanece sepultado cerca de la sede ovetense
de San Salvador, inspiró Dios en nuestros corazones, especialmente a la servidora de
tu casa, mi esposa Sancha, para que infundiese en nuestras almas un espíritu de prudencia,
para que restaurásemos el cementerio donde descansa el cuerpecito del mártir
santísimo. A tal fin llegamos a este santo lugar con los obispos, nuestros hijos y todos
los magnates de nuestra tierra, e hicimos la solemnísima traslación del santo Cuerpo,
para su mayor honra, ya que su alma exulta en más alta gloria» 31 ; será la reina Sancha
la que va a dirigir toda la acción, ya que en su época de infanta leonesa fue la Señora
del Infantado leonés de San Pelayo, y ahí había vivido hasta el momento de su boda
con Fernando I. Los reyes van a aprovechar el instante para donar con generosidad al
monasterio de San Juan y San Pelayo, otorgándoles la propiedad del monasterio de
San Juan de Aboño.
«El niño-mártir Pelayo, sobrino del obispo de Tuy, Ermogio, había sido llevado
como rehén a Córdoba, después de la derrota del rey Ordoño II de León en
Valdejunquera (año 920), cuando todavía no sobrepasaba la edad de diez años. Por
negarse a las pretensiones deshonestas del emir Abd al-Rahman III y como enemigo
de la religión mahometana, fue decapitado el 26 de junio del año 925, antes de cumplir
los catorce años. El rey Sancho I el Craso o el Gordo de León (años 955-967), huésped
y amigo de la corte cordobesa, pactó la entrega de los restos de Pelayo, y para albergarlos,
hizo construir en León una iglesia. No pudo Sancho cumplir sus propósitos,
porque fue asesinado. Sería su hermana la monja y regente Elvira y la reina viuda, Teresa
Ansúrez, quienes lograron traer a León el cuerpo del niño mártir. Lo acomodaron
en la nueva iglesia y allí fundaron un monasterio en el que ambas ingresaron. Hacia
finales del siglo X, ante el peligro de invasión de las tropas de Almanzor, doña Teresa
se trasladó con los restos de San Pelayo a Oviedo, al monasterio de San Juan. Allí
se encontraba la reina Velasquita, esposa repudiada del rey Vermudo II el Gotoso de
León, y a este monasterio se dirigió, y allí murió la infanta doña Teresa, hija del citado
Vermudo II y hermana del rey Alfonso V el Noble de León, que había sido llevada a
Córdoba por Almanzor, quien la convirtió en su legítima mujer. A su regreso de la corte
cordobesa ingresó en el monasterio leonés de San Pelayo, donde fue abadesa y dómina
del Infantado. En los primeros años del siglo XI se trasladó a la comunidad de monjas
del monasterio de San Juan de Oviedo. Su sobrina Sancha Alfónsez, la que ahora iba
31 J. Fernández Conde. San Pelayo de Oviedo, 3.
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NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010