As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

Carlos Pereira Martínez y Ana Romero Masiá
y tocar los efectos de una rusticidad de gañadía… Por eso el Quijote no puede entrar
en muchos quijotes, ni todas las Dulcineas en muchas labradoras sin oficio ideal…
Bien. Si seguimos examinando este orden psicológico de las cosas “reales” iríamos a
parar muy lejos; a presidio, acaso, si en los puntos de la pluma no estampásemos lo
ideal antes que lo real. De Dios abajo todo ha de ser quintaesencia ideal, de la parte al
Todo… pero no vale la pena de hablar de esto; el esquema subsiste, no así la idealidad
del mismo. El autor no es actor, y aún éste requiere ser artista, exclamando: “¡Qué
me importa su escultura si habéis robado su alma!” De manera que, invertidos los
papeles, lo real se transforma en ideal…para firmar un contrato y cobrar unas pesetas.
Así, pues, todo se halla en el mundo “real” invertido y subvertido en lo ideal. Farsa
todo, y tan es así que ni autor ni actores de la social Pasionaria renuncian al cobro de
honorarios. Bien sabe lo que esto escribe que la realidad están en esconderse, en fingir,
en declamar de candilejas adentro para reír después en el camerino y oír los elogios de
los rábulas de bastidores. En escena lo real idealizado; fuera de allí lo ideal realizado…
Y así todo, ¿A qué sorprendernos de cuanto ocurre en la vida real? ¿Por qué atribuir a
unos el crimen de todos? ¿Con qué derecho pretendemos idealizar las cosas humanas
si todos somos ladrones de esa “alma”, de pura e ideal ortodoxia?
La escultura de un pueblo es su cultura noblemente superior. Sí, como Cervantes dice,
se rinde y abate a las granjerías del vulgo, ese pueblo, patria o nación son cosas muertas
irremisiblemente en todo concierto sociológico, moral, cívico y ciudadano. Seremos,
sí, muy buenos actores, pero abandonaremos o dejaremos el teatro, la farsa, el drama
real en la escena ideal si falta la realidad de la taquilla o el anticipo del empresario.
Y como hemos levantado el telón de este drama trágico, -del cual todos nosotros somos
muy buenos actores- reducímoslo a las bodas de Camacho o a la gallina de Diderot;
por cuyas razones cambiaremos el alto sentido moral de los metros de Leopoldo Cano
para exclamar con todas las sociales “pasionarias”:
-Déjeme vuestra merced despabilar esta espuma, que lo demás son palabras ociosas…
¡Qué buen actor era Sancho todo Panza en la realidad de las idealidades quijotiles!
UN VIEJO LUCHADOR
La Coruña, Octubre de 1933 (Solidaridad Obrera, 28-10-1933, nº 146).
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NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010