As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

Carlos Pereira Martínez y Ana Romero Masiá
De nada sirven hoy las predicaciones de humildad y paciencia; muge furioso el buey
cuando le aguijonean ¿no ha de rugir y rebelarse el hombre cuando se le esclaviza su
cuerpo y su inteligencia?
Apresuremos la llegada a una estación de término, en esta continua y ascendente marcha
del progreso, y si su triunfal carro, para conquistar la ansiada libertad, tiene que pasar
sobre montones de cadáveres de semejantes puestos al servicio de los defraudadores
del bien, de la felicidad humana, sea enhorabuena: “sin muerte, vida no hubiera”.
Y esas consideraciones que a guisa de preámbulo anteceden, tráennos a la memoria
recuerdos de hecatombes espantables producidas por la avaricia, el orgullo y la
estupidez de hombres que se creen nacidos de extirpes extrahumanas, que siembran
luto y dolo por doquier para sostener su boato y alcurnia, sin detenerles el crimen, el
robo, o el atropello más desconsiderado.
Y Rusia, que es el pueblo hoy soliviantado por los abusos de un poder absoluto y
teocrático a la vez, ofrece el fausto suceso de un alzamiento en masa.
Las noticias que de allí llegan estos días estremecen el ánimo.
Una conmoción violenta se avecina. Aquella atmósfera cargada por los reconcentrados
y profundos ayes de las víctimas de un despotismo sin igual en los actuales tiempos,
tenía que traer las consecuencias que comienzan a tocarse.
La historia de los zares es horrenda en aquel país; ni la ancianidad ni la niñez merecen
respeto; los jóvenes, informados por el espíritu de liberalidad que caracteriza la época
presente, tenían que guardar en su interior todas las grandezas de sus almas, porque de
atreverse a exteriorizar su pensamiento, la seguridad de sus personas estaba a merced
de cualquier criminal esbirro propio de tal amo.
Recordar en estos renglones algo de lo que allí sucedía cuasi diariamente, es tarea que
subleva el ánimo y crispa de rabia.
Las conducciones de deportados a la inhabitable Liberia, llenarían muchas páginas de
relatos terroríficos y sangrientos que dejarían muy atrás los de Periandro, Nerón y aún
Torquemada. Por necesidad hay que decir algo de esas cuerdas de presos.
Figuraos un conjunto de hombres de constitución física variada, desde el obeso o
corpulento hasta el flacucho y enfermo, del viejo encorvado por el peso de los años
hasta el joven inexperto y curioso, de la mujer, joven o anciana, casada o soltera, con
hijos o sin ellos. Figuráoslos, encadenados a pares, marchar en medio de las hordas
cosacas, sin poder pronunciar sus labios la queja humilde del sometido que implora
un momento de reposo para una necesidad o un cubilete de agua para calmar su sed
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NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010