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As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

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La iglesia románica <strong>de</strong> San Mamed <strong>de</strong> Mol<strong>de</strong>s<br />

su perímetro lo conforma una baquetilla; cuatro círculos resaltados tangentes colocados<br />

horizontalmente, unidos en la zona media superior e inferior por otros tantos círculos,<br />

también tangentes, <strong>de</strong> mayores dimensiones rehundidos; dos rosetas tangentes 82 ; tres<br />

XVIII, Santiago, 1963, p. 41-42; RIVAS SANMARTÍN, E., Necrópolis <strong>de</strong> S. S. da Roza, Orense, 1984, p. 17;<br />

ROMERO MASSIA, A., El Habitat castreño, Santiago, 1976, p. 98.<br />

Simbólicamente, estos discos solares representan el movimiento <strong>de</strong>l cuerpo cósmico. Nos encontramos pues<br />

ante el astro rey, fuente <strong>de</strong> luz y vida, asociado iconográficamente a la inmortalidad y a la supremacía divina.<br />

Son muchas las culturas que vinculan al sol con Dios, por ser el generador <strong>de</strong> la vida natural, motivo por el<br />

cual, en el Nuevo Testamento, Cristo es el prototipo <strong>de</strong>l sol, mientras que los radios curvos, representan los<br />

dones espirituales. Estamos pues ante el Dios solar, vivificador <strong>de</strong> toda la creación.<br />

Primitivamente se creía que el sol encarnaba la justicia <strong>de</strong> Dios, por iluminar a todos por un igual, <strong>de</strong> ahí<br />

que cuando a Cristo se le compara con el sol, como Señor <strong>de</strong> las alturas, nos hallamos ante una imagen<br />

hipostática. Por su parte el cristianismo que bebió <strong>de</strong>l culto solar proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> mundo grecorromano, supo<br />

asimilar, administrar e introducir en sus espacios sagrados esta practica, siendo buen ejemplo <strong>de</strong> ello, entre<br />

otros, los rosetones ubicados en las fachadas <strong>de</strong> las iglesias. Pero no solo en las construcciones se constata<br />

esa influencia, sino también, que dicha impronta, se refleja en los textos, tanto <strong>de</strong>l Antiguo como <strong>de</strong>l Nuevo<br />

Testamento. <strong>As</strong>í en Lc. 1, 78-79 po<strong>de</strong>mos leer: “por las entrañas misericordiosas <strong>de</strong> nuestro Dios, en las<br />

que nos visitará el astro que surge <strong>de</strong> lo alto, para iluminar a los que están sentados en tinieblas y sombras<br />

<strong>de</strong> muerte, para en<strong>de</strong>rezar nuestros pies por el camino <strong>de</strong> la paz”; en Mal. 4, 2-20 “Más para vosotros, lo<br />

que teméis mi nombre, se alzará un sol <strong>de</strong> justicia que traerá en sus alas la salud y saldréis y brincaréis<br />

como terneros que salen <strong>de</strong>l establo”. El resplandor <strong>de</strong> ese sol radiante que emana <strong>de</strong> Dios, como luz divina<br />

es Cristo, i<strong>de</strong>a que se corrobora en Jn. 8,12 con estas palabras:”Otra vez les habló Jesús, diciendo: Yo soy la<br />

luz <strong>de</strong>l mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz <strong>de</strong> vida”.<br />

82 La roseta, o lo que es lo mismo, la flor con botón central y pétalos ovalados radiales, se manifiesta en el<br />

mundo <strong>de</strong>l arte hacia el tercer milenio a. C. en la región <strong>de</strong> Mesopotamia. Su incorporación al arte Sumerio,<br />

eminentemente ritual y simbólico, fue entendida como una manifestación <strong>de</strong> la divinidad, convirtiéndose en<br />

el símbolo <strong>de</strong> la primitiva <strong>de</strong>idad sumeria, la diosa Madre Tierra, representante <strong>de</strong> las fuerzas reproductoras<br />

<strong>de</strong> la tierra y la fertilidad <strong>de</strong> la Naturaleza. Más tar<strong>de</strong> este tema iconográfico, pasa a formar parte <strong>de</strong>l arte<br />

persa, tanto aqueménida como sasánico, así como <strong>de</strong>l asirio, extendiéndose en el primer milenio a. C. por<br />

todo el Oriente Próximo y el mar Egeo, <strong>de</strong> ahí que no <strong>de</strong>be parecer extraño que en Creta se adorara a la diosa<br />

Madre (<strong>de</strong>idad <strong>de</strong> la fertilidad).<br />

Sin embargo, la roseta inscrita en un círculo, se manifiesta por primera vez en la <strong>de</strong>coración <strong>de</strong> los marfiles<br />

sirio-fenicios <strong>de</strong> los siglos IX y VIII a. C., así como en los templos sirios <strong>de</strong>dicados al dios Baal, representante<br />

<strong>de</strong> la fertilidad. El arte griego y más tar<strong>de</strong> el romano, adoptaron este repertorio floral como motivo no<br />

solamente <strong>de</strong>corativo, sino también simbólico, en las metopas, techos, frontones y cornisas <strong>de</strong> templos, en<br />

tanto que los romanos lo utilizaron <strong>de</strong> una manera especial en sarcófagos, estelas funerarias, así como en los<br />

muñones <strong>de</strong> un gran número <strong>de</strong> capiteles.<br />

Para los hebreos la flor <strong>de</strong> seis pétalos encerrada en un círculo es el símbolo <strong>de</strong> sus fe, <strong>de</strong> esta forma aquél<br />

tema milenario asociado a la regeneración y fertilidad, se acomodó a la nueva filosofía hebraica, en la que los<br />

números poseían una gran importancia, ya que seis son los días <strong>de</strong> la creación, guarismo consi<strong>de</strong>rado como<br />

la intersección <strong>de</strong> dos triángulos (fuego y agua), símbolo <strong>de</strong>l alma, <strong>de</strong> lo sobrehumano, mientras que al círculo<br />

se conce<strong>de</strong> el carácter <strong>de</strong> eternidad. El arte cristiano (paleocristiano, bizantino, visigótico, prerrománico,<br />

románico, etc.), que bebió en sus incipientes manifestaciones <strong>de</strong>l hebreo, incorporó este signo <strong>de</strong> origen<br />

pagano asociándolo iconográficamente al número <strong>de</strong> pétalos, ya que las cifras para los primeros cristianos<br />

no eran solo expresiones cuantitativas sino que revelaban distintas i<strong>de</strong>as, perfectamente adaptables a las<br />

flores. <strong>As</strong>í las flores <strong>de</strong> ocho pétalos, con botón central, <strong>de</strong> la metopa <strong>de</strong>l tejaroz <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> san Mamed<br />

<strong>de</strong> Mol<strong>de</strong>s, <strong>de</strong>be ser entendida como una clara alusión a la regeneración, al renacimiento por el bautismo, a<br />

la resurrección y a la vida futura. Siendo este sentido <strong>de</strong> regeneración el que le valió al número ocho el ser<br />

consi<strong>de</strong>rado como emblemático <strong>de</strong> la Edad Media, <strong>de</strong> ahí que los baptisterios y las pilas bautismales tuvieran<br />

la configuración, en muchos casos, octogonal.<br />

Según san Agustín: “Cristo es la flor y ornato <strong>de</strong>l mundo”. En este mismo sentido, po<strong>de</strong>mos nombrar varios<br />

textos <strong>de</strong> los padres <strong>de</strong> la Iglesia y otros místicos como san Antonio, quien <strong>de</strong>cía al respecto: “Cristo<br />

gloriase <strong>de</strong> ser flor <strong>de</strong>l campo”. AUBET, M. E., Los marfiles fenicios <strong>de</strong>l Bajo Guadalquivir, Valladolid,<br />

1980, p. 75; BEIGBEDER, O., Léxico <strong>de</strong> los símbolos, Madrid, 1989, p. 327; CIRLOT, J. E., Diccionario<br />

NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010 395

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