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As “Maletas” - Asociación Cultural de Estudios Históricos de Galicia

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Tres voces proletarias coruñesas<br />

la mujer más feliz <strong>de</strong>l mundo; si no las aceptas, por doloroso que me sea, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

mañana me separaré <strong>de</strong> ti.<br />

- ¿Tú sabes que no pue<strong>de</strong>s hacerlo cuando ni como quieras?<br />

- ¿Y quién me lo impedirá? ¿Apelarás al juez? Me traerían hoy a casa y me marcharía<br />

mañana; me volverían pasado y tornaría a marchar al siguiente día. Nadie sería<br />

capaz <strong>de</strong> hacerme vivir contigo a la fuerza y ante mi voluntad se estrellaría todo,<br />

todo. Por otra parte, más te valdría tener un semanario en casa que tenerme a mí en<br />

tales condiciones.<br />

- A los locos ya sabes como se les hace cuerdos.<br />

- ¡Oh, no creas que me atemoriza la amenaza!<br />

Tengo dos manos para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme, y ¡ay <strong>de</strong>l que osara ponerme la mano encima! Pero<br />

no sigamos por este lado, que no te consi<strong>de</strong>ro tan bajo para pensar en que apelarías a<br />

la violencia.<br />

- Es un hablar, mujer.<br />

- Tal lo consi<strong>de</strong>ro. Como confío que reflexionarás en lo que te dije y mañana me darás<br />

la contestación aceptando mi proposición.<br />

- No sé cómo sería. Me diré el pro y el contra y allá veremos.<br />

Al otro día Antonio no fue al trabajo. Necesitaba tiempo y serenidad para discurrir, y<br />

casi avergonzado <strong>de</strong> sí mismo no cruzó la calle en todo el día, vagando por extramuros<br />

meditabundo y silencioso. Estaba preocupado, absorto verda<strong>de</strong>ramente, con la<br />

resolución <strong>de</strong> su esposa, a quien quería mucho por sus bellas prendas físicas y morales.<br />

Mil i<strong>de</strong>as cruzaban por su imaginación, sin acertar, al fin, con el partido que <strong>de</strong>bería<br />

tomar. Lo más expedito era <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> beber, pero ¿como se acostumbraba él a pasarse<br />

sin las arrobadoras dulzuras <strong>de</strong>l alcohol ni sin sus tertulias en la taberna, que era su<br />

universo? Y engañar a su mujer no podía ser. Había en sus palabras tal seguridad,<br />

había observado en su tono tal <strong>de</strong>cisión, que toda tentativa en este sentido era en<br />

vano. Lo que no adivinaba era <strong>de</strong> cuando había partido tan radical medida ni <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

ella aprendiera aquellas notas acerca <strong>de</strong> los hijos, que no <strong>de</strong>jaban <strong>de</strong> preocuparlo a él<br />

también seriamente.<br />

Cerca ya <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> fue maquinando llegándose a la ciudad, cuando en una<br />

calle céntrica fue saludado con una palmada en su hombro por un antiguo amigo, que<br />

al notar la pesadumbre que revelaba su faz preguntole por la causa. Como sintiera un<br />

peso enorme con aquella cavilación <strong>de</strong> todo el día y hasta necesidad <strong>de</strong> un consejo<br />

amigo, refiriole todo cuanto le había sucedido.<br />

NALGURES · TOMO VI · AÑO 2010 181

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