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del dinero, el bien común, la primacía de la ley, los principios generales<br />

de la vida en sociedad. Al mismo tiempo que se desarrolla<br />

la dinámica de individuación, se siente una demanda de sociedad,<br />

una necesidad de recuperar los cimientos mismos de la<br />

vida en común que la justicia puede encarnar. 1 <strong>La</strong> multiplicación<br />

de las películas de juicios, las policíaco-judiciales al estilo de<br />

Tiempo de matar, el interés despertado por la defensa de grandes<br />

causas -el negro injustamente acusado por un sistema racista<br />

(Atrapa el fuego), la joven que se enfrenta a una sociedad poderosa<br />

que suministra agua contaminada (Erin Brockovich)- e incluso<br />

por causas privadas de menor cuantía -el padre despojado<br />

de la custodia de los hijos (Evelyn), los inquilinos que no acaban<br />

de irse del piso (Le Grana appartement)-; son infinitas las películas<br />

que dan fe de esta creciente necesidad de justicia.<br />

Consagración de los derechos humanos que no impide en<br />

absoluto, según hemos visto, una reactivación de las «raíces»,<br />

como tampoco los afianzamientos étnico-religiosos que generan<br />

formas nuevas de racismo y xenofobia, de separatismos identitarios,<br />

de múltiples fragmentaciones conflictivas. Como en la<br />

ciudad de Los Angeles de Crasb (Colisión) -título que habla por<br />

sí solo-, en que se cruzan y tropiezan chinos, latinos, negros,<br />

blancos, el cerrajero mexicano y el tendero iraní. Muchos enfrentamientos<br />

inevitables, engendrados por los estragos del racismo<br />

y las enemistades entre comunidades: negros de Brooklyn<br />

contra italianos en Haz lo que debas, indios contra sijs en El silencio<br />

del agua, inmigrantes pakistaníes contra escoceses nativos<br />

en Sólo un beso, israelíes judíos contra palestinos musulmanes, y<br />

esto, según vemos en Kedma, desde el nacimiento mismo del<br />

Estado de Israel. <strong>La</strong>s democracias reconciliadas con sus principios<br />

fundadores humanistas no se han vuelto milagrosamente<br />

sociedades pacíficas: sufren otras divisiones, nuevos conflictos<br />

1. Lucien Karpik, «L'avancée politique de la justice», Le Débat, n.° 97,<br />

1997.<br />

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