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Lipovetsky_La_pantalla_global

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manos Lumiére lo extendieron en el Salón Indien del Grand<br />

Café, bulevar des Capucines, cierto día de diciembre de 1895,<br />

ejerció inmediatamente una especie de captación extrema, porque<br />

atraía y subyugaba a los espectadores, que no podían apartar<br />

los ojos de él. Céline habla de su poder incandescente cuando,<br />

en el Viaje al fin de la noche, el narrador entra en la oscuridad de<br />

un cine neoyorquino y allí se siente «a gusto, cómodo y caliente»:<br />

«Entonces entran los sueños en la noche para correr a abrasarse<br />

en el espejismo de la luz agitada.» Poder mágico, casi hipnótico,<br />

de la cámara oscura y que no se debe tanto a lo que se<br />

muestra como al propio dispositivo, ese «espejismo de la luz agitada».<br />

Y un poder tan fuerte que en poco tiempo, el cine, arte<br />

popular por excelencia, educó a un público que iba «al cine» más<br />

que a ir a ver una película. <strong>La</strong> asistencia casi mecánica a la sala,<br />

en los años treinta, tal como la recuerda Fellini con calidez en<br />

Amarcord, estaba vinculada a ese poder mágico original que no<br />

ha perdido en ningún momento. Siempre hay en el hecho de «ir<br />

al cine» un goce intrínseco que hace que, cuando entramos sin<br />

saber bien qué proyectan, y nos sentamos, se apagan las luces y<br />

sólo brilla la <strong>pantalla</strong>, surja una sensación muy particular que no<br />

es la cinefilia, sino en todo caso la pantallofilia, y que conoce<br />

muy bien el cinefilo a machamartillo que va a ver su película de<br />

arte y ensayo como el palomitófago va a ver su superproducción.<br />

<strong>La</strong> televisión (segundo momento) captó por su cuenta esta<br />

magia de la <strong>pantalla</strong>. <strong>La</strong> atracción que produjo al principio,<br />

cuando la curiosidad se la disputaba a la fascinación, se ha atenuado<br />

mucho, eso es verdad, pero todavía ejerce ese poder que<br />

hace que la encendamos todos los días de forma casi mecánica.<br />

Con esta <strong>pantalla</strong> permanentemente encendida estamos ya en<br />

algo que depende de la compulsión, léase adicción. Qué importa<br />

lo que veamos, mientras la luz de la <strong>pantalla</strong> brille.<br />

Es lícito pensar que gracias al ordenador personal hemos<br />

entrado en un tercer momento. <strong>La</strong> inmediatez, la interactividad,<br />

el acceso a todo a golpe de clic son aspectos que generan una<br />

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