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Lipovetsky_La_pantalla_global

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anuncios; el GPS, que indica en la <strong>pantalla</strong> del salpicadero del<br />

coche la dirección que hay que seguir; <strong>pantalla</strong>s táctiles y terminales<br />

diversas que permiten retirar dinero, pagar, elegir, reservar,<br />

consultar; incluso <strong>pantalla</strong>s con cascos y gafas con <strong>pantalla</strong> que<br />

permiten, por ejemplo mientras se está en un parque de atracciones,<br />

dar vueltas por un mundo virtual. Y además, al mismo<br />

tiempo que esta miniaturización que multiplica las <strong>pantalla</strong>s individuales,<br />

la enormidad, el gigantismo de las <strong>pantalla</strong>s grandes:<br />

las que se colocan en estadios, en reuniones políticas, en conciertos,<br />

incluso en iglesias, para que el público de masas vea lo<br />

que sucede sobre el terreno, en el estrado, en la escena, delante<br />

del altar. Mundo desdoblado donde el acontecimiento es espectáculo.<br />

Y donde el cine, también presa de esta lógica-<strong>pantalla</strong>,<br />

muestra el camino con <strong>pantalla</strong>s supergrandes desarrolladas por<br />

Imax y Omnimax. Esto quiere decir que entre la <strong>pantalla</strong> tamaño<br />

sello y la mega<strong>pantalla</strong> gigante circula sin cesar una flota de<br />

imágenes que transforma al individuo hipermoderno en Homo<br />

pantalicus e instaura una pantallocracia cuyo poder temen ya algunos.<br />

Una <strong>pantalla</strong>-mundo que está claro que no es ya la del<br />

cine, pero que, como veremos, se presenta en muchos aspectos<br />

como un cine-mundo.<br />

<strong>La</strong> explosión de las <strong>pantalla</strong>s es tal que en diez años -la edad<br />

de Internet- hemos presenciado una auténtica revolución copernicana<br />

que ha dado la vuelta incluso a la forma de estar en el<br />

mundo. En los años sesenta, mientras la televisión ampliaba sus<br />

fronteras, se pensó que la <strong>pantalla</strong> haría de <strong>pantalla</strong>, sería una<br />

barrera entre el individuo y él mismo -tabique de separación,<br />

filtro de ilusión, de engaño, de propaganda, cortina de humo-,<br />

y esa idea, de pronto, despierta cada vez más objeciones. ¿Podemos<br />

hablar en la actualidad de enajenación subjetiva, cuando la<br />

<strong>pantalla</strong> se alza como interfaz general que comunica con el<br />

mundo, nos proporciona información incesante, nos da la oportunidad<br />

de expresarnos y dialogar, jugar y trabajar, comprar y<br />

vender, aumentar la interactividad de las imágenes, los sonidos<br />

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