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Lipovetsky_La_pantalla_global

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que no dispone ya. de un sistema de sentido para afrontar y<br />

aceptar la última desaparición.<br />

Dos grandes paradojas acompañan pues al cine hipermoderno.<br />

Cuanto más nos acosan las tentaciones hedonistas, menos<br />

expresa el cine la alegría de vivir despreocupada y optimista,<br />

aquella que animaban los ritmos de Ray Ventura y Charles<br />

Trenet, en Iremos a París [de 1949] y en <strong>La</strong> Route enchantée [de<br />

1938]. <strong>La</strong> imagen-exceso no es la de la explosión de alegría, que<br />

en realidad se busca en el prado tranquilizador de lo retro, en el<br />

regreso a los valores de la tierra y de la oca en conserva, o en la<br />

sencillez de la inocencia que refleja Amélie. Con la individuación<br />

extrema del mundo, aumentan la distancia respecto de uno<br />

mismo y una búsqueda de felicidad que se vuelve intranquila<br />

porque no consigue sus objetivos. Es verdad que los finales felices,<br />

hechos para tranquilizar, siempre han formado parte del decorado,<br />

pero cuando aparecen sin matiz, por exigencias del género,<br />

se perciben ya como clichés, codificados y poco creíbles.<br />

Por este motivo se multiplican los finales que no lo son, las faltas<br />

de desenlace, los puntos suspensivos, las incertidumbres respecto<br />

del futuro. J'attends quelquun es el título de una bonita<br />

película menor de 2007 sobre la vida sencilla de la gente sencilla,<br />

que espera que suceda algo en su vida un poco gris, y las historias<br />

cruzadas que cuenta acaban por dejar en suspenso esa espera...<br />

Por lo demás, la palabra tradicional que señalaba el final<br />

de la película y que las luces iban a encenderse -«Fin», «The<br />

End»- ha desaparecido prácticamente.<br />

<strong>La</strong> segunda paradoja que hay que destacar no es menos significativa.<br />

Ya hemos visto que el cine recoge más que nunca lo<br />

que compone el presente social, con sus tendencias y sus modas,<br />

sus ambivalencias y conflictos. Por ese motivo, los personajes fílmicos<br />

están cada vez más arraigados sociológicamente. Pero, al<br />

mismo tiempo, jamás se ha puesto tanto en escena la vida individual,<br />

con todas las dudas, imprevistos y descarrilamientos que<br />

comporta: J'ai horreur de l'amour, Je t'aime quand méme, Je n'en<br />

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