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na, desde siempre, figuras extremadas con pasiones destructoras,<br />

vicios, comportamientos violentos y sádicos. El jugador, el seductor,<br />

el criminal, el alcohólico, la mujer fatal son estereotipos<br />

que, presentados con las formas más variadas, han inspirado<br />

multitud de películas. Pero el extremo estaba aquí básicamente<br />

concebido desde un punto de vista moral, como si estuviera relacionado<br />

con el diablo: el profesor de El ángel azul, arrastrado<br />

al abismo de la degradación por la pasión devoradora que siente<br />

por una vampiresa de cabaret, es su imagen arquetípica. Nosotros<br />

hemos ido más allá: tras la temática del vicio eterno ha<br />

venido la del trastorno de los estilos de vida y de las personalidades.<br />

<strong>La</strong> expresión de lo extremo tiende a alejarse del juicio<br />

moral en beneficio de la crítica social de una época que ya por<br />

sí misma es patológica y extrema. <strong>La</strong> imagen-exceso ya no se<br />

construye sobre un fondo referencial metafísico ni como figura<br />

humana inmemorial, sino que acaba ilustrando la situación de<br />

una sociedad en que los individuos son víctimas o esclavos de<br />

un universo desestructurado, hecho de libertades y de estímulos<br />

perfeccionados. El exceso arquetípico, dionisíaco o satánico, ha<br />

cedido el paso al exceso de una época histórica patógena: la de<br />

la modernidad individualista. En este contexto es donde proliferan<br />

los temas e imágenes de las anomalías paroxísticas.<br />

En otra época, las formas del cuerpo-exceso presentaban figuras<br />

ridiculas, figuras sensuales o figuras de poder. Si nos fijamos,<br />

por ejemplo, en el tipo tradicional del «gordo», vemos que,<br />

por oposición al flaco, se utilizaba para formar dúos cómicos<br />

consolidados, según el modelo de <strong>La</strong>urel y Hardy. O se vinculaba,<br />

si era varón, a la buena mesa y se fundía con la figura del<br />

sibarita, y si era mujer, a la exaltación sensual de la carne (el universo<br />

de Fellini es una reserva inagotable en este aspecto). Podía<br />

incluso verse como símbolo de la omnipotencia del ogro económico,<br />

del que Orson Welles, más hinchado que nunca, dio la<br />

(des) medida. Esto ha cambiado.<br />

El lugar del «gordo» lo ocupa actualmente el obeso. Lo que<br />

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