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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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remordimientos de conciencia, es una de las deficiencias emocionales más

desconcertantes. La explicación de la frialdad del psicópata parece residir en su

completa incapacidad para establecer una conexión emocional profunda. Los

criminales más despiadados, los asesinos sádicos múltiples que se deleitan con el

sufrimiento de sus victimas antes de quitarles la vida, constituy en el epitome de la

psicopatía. Los psicópatas también suelen ser mentirosos impenitentes dispuestos

a manipular cínicamente las emociones de sus victimas y a decir lo que sea

necesario con tal de conseguir sus objetivos. Consideremos el caso de Faro, un

adolescente de diecisiete años, integrante de una banda de Los Ángeles, que

causó la muerte de una mujer y de su hijo en un atropello que él mismo

describía con más orgullo que pesar. Mientras se hallaba conduciendo un coche

junto a Leon Bing, quien estaba escribiendo un libro sobre las pandillas de los

Crips y los Bloods de la ciudad de Los Ángeles, Faro quiso hacer una

demostración para Bing. Según relata éste, Faro « pareció enloquecer» cuando

vio al « par de tipos» que conducían el automóvil que iba detrás del suy o. Esto es

lo que dice Bing acerca del incidente:

« El conductor, al percatarse de que alguien estaba mirándole, echó entonces

una mirada a nuestro coche y, cuando sus ojos tropezaron con los de Faro, se

abrieron completamente durante un instante. Entonces rompió el contacto visual

y bajó los ojos hacia un lado. No cabía duda de que su mirada reflejaba miedo.

Entonces Faro hizo una demostración a Bing de la fiera mirada que había

lanzado a los ocupantes del otro coche:

« Me miró directamente y toda su cara se transformó, como si algún truco

fotográfico lo hubiera convertido en un aterrador fantasma que te aconseja que

no aguantes la mirada desafiante de este chico, una mirada que dice que nada le

preocupa, ni tu vida ni la suy a.»

Es evidente que hay muchas explicaciones plausibles de una conducta tan

compleja como ésta. Una de ellas podría ser que la capacidad de intimidar a los

demás tiene cierto valor de supervivencia cuando uno debe vivir en entornos

violentos en los que la delincuencia es algo habitual. En tales casos, el exceso de

empatía podría ser contraproducente. Así pues, en ciertos aspectos de la vida, una

oportuna falta de empatía puede ser una « virtud» (desde el « policía malo» de

los interrogatorios hasta el soldado entrenado para matar). En este mismo sentido,

las personas que han practicado torturas en estados totalitarios refieren cómo

aprendían a disociarse de los sentimientos de sus victimas para poder llevar a

cabo mejor su « trabajo» .

Una de las formas más detestables de falta de empatía ha sido puesta de

manifiesto accidentalmente por una investigación que reveló que los maridos que

agreden físicamente o incluso llegan a amenazar con cuchillos o pistolas a sus

esposas, se hallan aquejados de una grave anomalía psicológica, y a que, en

contra de lo que pudiera suponerse, estos hombres no actúan cegados por un

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