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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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algo que le parece atractivo y su madre le interrumpe con un contundente

« ¡apártate de eso!» se produce un aprendizaje en el que el niño se ve obligado a

hacer frente a una leve sensación de incertidumbre. La repetición de esta

situación centenares de veces durante el primer año de vida proporciona al niño

una serie de ensay os en pequeña escala que le ay udan a aprender a afrontar lo

inesperado. Esta es, precisamente, la clase de encuentro que debe aprender a

controlar el niño tímido, y la forma más adecuada de hacerlo es en pequeñas

dosis. Si los padres se muestran amorosos pero no cogen en brazos al niño y le

consuelan ante cada pequeño contratiempo, éste terminará aprendiendo por si

mismo a controlar estas situaciones. A los dos años de edad, cuando volvían a

llevar los niños temerosos al laboratorio de Kagan, se mostraron mucho menos

propensos a llorar ante el gesto serio de un extraño o cuando un experimentador

les ponía un esfigmomanómetro en el brazo para medir su tensión sanguínea.

La conclusión de Kagan fue la siguiente: « parece que las madres que

protegen a sus hijos muy reactivos contra la frustración y la ansiedad, esperando

ayudar así a la superación de este problema, aumentan la incertidumbre del niño

y terminan provocando el efecto contrario» En otras palabras, parece que la

estrategia protectora priva a los niños de la oportunidad de aprender a calmarse a

si mismos frente a lo desconocido y así poder superar un poco más sus miedos. A

nivel neurológico, esto significa que los circuitos prefrontales pierden la

oportunidad de aprender respuestas alternativas ante el miedo reflejo y, en su

lugar, la repetición simplemente fortalece la tendencia a la timidez.

Por el contrario, según me dijo Kagan: « Aquéllos niños que habían logrado

vencer su timidez en la guardería tenían padres que ejercían una leve presión

para que fueran más sociables. Aunque este rasgo temperamental parezca más

difícil de cambiar que otros —probablemente a causa de sus fundamentos

fisiológicos— no existe ninguna cualidad humana que sea inmutable» .

A lo largo de la infancia algunos niños tímidos se van abriendo en la medida

en que la experiencia va moldeando su sistema nervioso. La presencia de un alto

nivel de competencia social (la cooperación, el buen trato con los demás niños, la

empatía, la predisposición a dar y compartir, la consideración y la capacidad de

desarrollar amistades íntimas) constituye uno de los predictores de que un niño

tímido terminará superando esta inhibición natural. Estos eran los rasgos

característicos de un grupo de niños que, a la edad de cuatro años, habían sido

identificados como tímidos y que cambiaron a eso de los diez años de edad. Por

el contrario, aquellos otros niños tímidos cuy o temperamento no sufrió ningún

cambio perceptible a los diez años de edad, eran menos diestros emocionalmente

(lloraban, se alejaban cuando debían enfrentarse a alguna situación

problemática, se mostraban emocional mente torpes, eran miedosos, ariscos,

solían irritarse ante la menor frustración, tenían dificultades para demorar la

gratificación, eran muy suspicaces a las criticas y eran desconfiados). Estas

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