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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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el maullido amenazador de otro gato.

En el caso de los gatos, la timidez aparece alrededor del primer mes de vida,

que es el momento en el que la amígdala se encuentra suficientemente madura

para asumir el control de los circuitos nerviosos cerebrales encargados de las

respuestas de aproximación o huida. Un mes en el cerebro de un gatito es

equiparable a ocho meses en el cerebro humano, el periodo en el que, según

Kagan, aparece el miedo a lo « desconocido» en los bebés (es precisamente

durante este período, si la madre abandona la habitación y deja al niño en

presencia de un extraño, el niño rompe a llorar). Tal vez —postula Kagan— los

niños tímidos hereden un porcentaje crónicamente elevado de noradrenalina o de

algún otro neurotransmisor cerebral que estimule la amígdala y así rebaje el

umbral de excitabilidad que facilite la activación de la amígdala.

Uno de los síntomas de esta exacerbación de la sensibilidad es que ante

situaciones de estrés (como, por ejemplo, olores desagradables) los chicos y

chicas que vivieron una infancia tímida muestran una frecuencia cardíaca

mucho más elevada que la de sus compañeros, un síntoma que sugiere que la

noradrenalina está activando su amígdala y todo su sistema nervioso simpático.

Kagan descubrió que los niños tímidos presentan una reactividad mayor en todas

las manifestaciones del sistema nervioso simpático, desde la presión sanguínea

hasta la dilatación de las pupilas y los niveles de marcadores de noradrenalina en

su orina.

El silencio es también otro termómetro de la timidez. Dondequiera que el

equipo de Kagan observara niños tímidos y niños abiertos en un entorno natural

—ya fuera en el jardín de infancia, con niños desconocidos o charlando con el

entrevistador—, los niños tímidos hablaban menos. Un niño tímido de esta edad

no suele responder cuando le hablan, y pasa mucho más tiempo mirando cómo

juegan los demás. En opinión de Kagan, el silencio vergonzoso frente a una

situación insólita o frente a lo que percibe como una amenaza constituye un signo

de la actividad de los circuitos nerviosos que conectan la zona frontal, la amígdala

y las estructuras límbicas próximas que controlan la capacidad de vocalizar (los

mismos circuitos que nos hacen « colapsamos» en situaciones de estrés).

Estos niños hipersensibles corren un gran riesgo de desarrollar trastornos de

ansiedad —como, por ejemplo, ataques de pánico— en una época tan temprana

como el sexto o séptimo curso. En un estudio llevado a cabo sobre 754 chicos y

chicas de estas edades se descubrió que 44 de ellos ya habían sufrido al menos un

ataque de pánico o habían experimentado síntomas similares con anterioridad.

Normalmente, estos episodios de ansiedad fueron desencadenados por las

situaciones conflictivas propias de la temprana adolescencia —como una

primera cita o un examen importante, por ejemplo—, situaciones que la mayoría

de los niños aprende a manejar sin llegar a desarrollar problemas más serios.

Pero los adolescentes temperamentalmente tímidos y normalmente temerosos

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