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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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en que el tema fundamental de cualquiera de estos problemas concretos es el

mismo: la inteligencia emocional.

Señalemos también que el nuevo movimiento escolar de alfabetización

emocional no considera que la vida emocional o social constituya una intrusión

irrelevante en la vida del niño que, en el caso de dificultar la vida escolar, hay a

que relegar a la visita disciplinaria al despacho del director o a la consulta de un

consejero escolar, sino que centra precisamente su atención en esas facetas, las

más apremiantes, en realidad, de la vida cotidiana del niño.

A primera vista, la clase de Self Science parece algo tan normal que uno

difícilmente cree que pueda llegar a solucionar los dramáticos problemas a los

que se enfrenta. Pero, al igual que ocurre con la educación en el hogar, las

lecciones, pequeñas pero eficaces, se imparten de manera regular a lo largo de

muchos años. De este modo, el aprendizaje emocional va calando lentamente en

el niño y va fortaleciendo ciertas vías cerebrales, consolidando así determinados

hábitos neuronales para aplicarlos en los momentos difíciles y frustrantes. Y,

aunque el contenido cotidiano de las clases de alfabetización emocional pueda

parecer trivial, sus efectos —el logro de seres humanos completos— resultan,

hoy en día, más necesarios que nunca para nuestro futuro.

UNA CLASE DE COOPERACIÓN

Compare ahora la siguiente imagen de una clase de Self Science con alguna

de las experiencias escolares que recuerde de su infancia.

Un grupo de niños de quinto curso está a punto de jugar al juego

« rompecabezas de cooperación» , en el que los alumnos se agrupan en equipos

con el fin de componer rompecabezas con la única condición de trabajar en

silencio sin que esté permitida ninguna clase de gesto.

La maestra, Jo-An Varga, divide a la clase en tres grupos distintos y los

coloca en mesas separadas. Mientras tanto, tres observadores familiarizados con

el juego van tomando nota en un formulario de quién asume el liderazgo y

organiza, quién hace el pay aso, quién interrumpe, etcétera.

Luego los alumnos vuelcan las piezas de los rompecabezas sobre la mesa y

comienzan a trabajar. Al cabo de un minuto, aproximadamente, resulta evidente

que uno de los grupos trabaja muy bien en equipo y no tarda en alcanzar su

objetivo. Los componentes del segundo grupo, en cambio, están trabajando

aisladamente y no llegan a conseguir nada. Poco a poco, sin embargo, sus

esfuerzos empiezan a confluir y no tardan en completar el primer rompecabezas

y luego siguen trabajando como una unidad hasta terminar resolviéndolos todos.

Pero el tercer grupo todavía sigue batallando con el primero de los

rompecabezas sin llegar a encajar las piezas adecuadamente. Sean, Fairlie y

Rahman no terminan de lograr el mismo grado de coordinación conseguido por

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