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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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hemos hablado en el capitulo 7) que despliegan los niños en su intento de consolar

a un compañero que está sollozando. La violenta respuesta de Martin refleja las

lecciones que ha aprendido en su hogar sobre las lágrimas y el sufrimiento: el

llanto suele comenzar siendo recibido con un gesto autoritariamente consolador

pero, en el caso de que no cese, la progresión va en aumento y pasa por las

miradas y los gritos de desaprobación hasta llegar a los puñetazos. Y tal vez lo

más inquietante de todo es que, a su edad, Martin y a parecía carecer de la más

elemental de las formas que asume la empatía, la tendencia a dejar de agredir a

alguien que se encuentra herido, y que, a los dos años y medio de edad, y a

mostraba los impulsos morales propios de un sádico cruel.

La mezquindad y la falta de empatía de Martin es típica de aquellos niños

que, como él, han sido víctimas a esa tierna edad, de los malos tratos físicos y

emocionales. Martin fue uno de los nueve niños de uno a tres años maltratados

que fueron comparados con otros nueve niños de la guardería procedentes de

hogares igualmente empobrecidos y tensos, pero que no habían sufrido malos

tratos físicos. Las diferencias que mostraron ambos grupos en respuesta al daño o

al malestar de otro fueron muy notables.

Cinco de los nueve niños que no fueron maltratados respondieron a veintitrés

incidentes de este tipo con preocupación, tristeza o empatía, pero en los veintisiete

casos en los que los niños maltratados podrían haberlo hecho así, ninguno mostró

la menor preocupación y, en lugar de ello, respondieron con manifestaciones de

miedo, enojo o, como ocurrió en el caso de Martin, con una agresión física

directa.

Por ejemplo, una de las niñas maltratadas, hizo un gesto francamente

amenazante a otra que estaba comenzando a llorar. Thomas, de un año de edad,

otro de los niños maltratados, quedó paralizado por el terror en cuanto escuchó el

llanto de otro niño y se sentó completamente inmóvil, con el rostro contraído por

el miedo y la tensión, como si temiera que fueran a atacarle en cualquier

momento. La respuesta de Kate, otra de las niñas maltratadas de veintiocho

meses de edad, fue casi sádica: comenzó a meterse con Joey, un niño más

pequeño, le derribó a patadas y, cuando éste se encontraba tumbado y mirándola

tiernamente, comenzó a darle palmaditas en la espalda que fueron

transformándose en golpes más y más fuertes sin tener en cuenta sus protestas.

Luego le dio seis o siete puñetazos más hasta que éste, arrastrándose, logró

alejarse.

Estos niños, obviamente, tratan a los demás tal y como ellos mismos han sido

tratados. Y la crueldad de los niños maltratados es simplemente una versión

extrema de lo que hemos entrevisto en los hijos de padres críticos, amenazantes

y violentos (niños que también suelen permanecer indiferentes cuando un

compañero llora o se encuentra herido), de modo que se diría que los niños

maltratados representan el punto culminante de un continuo de crueldad. Como

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