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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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investigadores que llevaron a cabo este estudio fue que, en estas personas, el

alcoholismo constituye una forma de « automedicación que les permite combatir

los síntomas de la ansiedad» .

El otro camino emocional que conduce al alcoholismo está ligado a un

elevado nivel de agitación, impulsividad y aburrimiento. Durante la infancia, esta

pauta se manifiesta como un comportamiento inquieto, caprichoso y

desobediente, y en la escuela primaria asume la forma de nerviosismo,

hiperactividad y búsqueda de problemas, una tendencia que, como y a hemos

apuntado, puede empujarles a buscar amigos problemáticos y terminar

abocándoles, en ocasiones, a la delincuencia o al diagnóstico de « trastorno de

personalidad antisocial» . El principal problema emocional de estas personas

(sobre todo varones) es la agitación; su principal debilidad, la impulsividad

descontrolada y su reacción habitual ante el aburrimiento, la búsqueda

compulsiva del riesgo y la excitación. Los adultos que presentan esta pauta de

conducta —que posiblemente esté ligada a ciertas deficiencias en dos tipos de

neurotransmisores, la serotonina y el MAO (monoaminooxidasal)— son

incapaces de soportar la monotonía y están dispuestos a probarlo todo,

descubriendo que el alcohol puede calmar fácilmente su agitación. De este

modo, su elevado nivel de impulsividad —combinado con su aversión al

aburrimiento— les convierte en claros candidatos al abuso de una lista casi

interminable de todo tipo de drogas. Pero, aunque el alcohol pueda aliviar

provisionalmente la depresión, sus efectos metabólicos no tardan en empeorar la

situación. Por esto, quienes consumen alcohol lo hacen más para calmar la

ansiedad que la depresión. Existen otras drogas completamente diferentes que

apaciguan —al menos temporalmente— las sensaciones que aquejan a las

personas deprimidas.

Por ejemplo, la infelicidad crónica coloca a las personas en una situación de

grave riesgo de adicción a estimulantes tales como la cocaína, porque esta

sustancia constituye un antídoto directo contra la depresión. Un estudio mostró

que más de la mitad de los pacientes que estaban siendo tratados clínicamente de

su adicción a la cocaína podrían haber sido diagnosticados de depresión grave

antes de que comenzaran a habituarse y que, a mayor gravedad de la depresión

previa, más arraigado estaba el hábito.

La irritabilidad crónica, por su parte, puede conducir a otro tipo de

vulnerabilidad. Un estudio demostró que la pauta emocional más característica

de los cuatrocientos pacientes que estaban siendo tratados de su adicción a la

heroína y otros opiáceos, era su dificultad para controlar la ira y su

predisposición al enojo. Algunos de estos pacientes confirmaron que los opiáceos

les habían permitido sentirse normales y relajados por primera vez en su vida.

Como han demostrado durante décadas Alcohólicos Anónimos y otros

programas de recuperación, aunque la predisposición al abuso de las drogas se

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