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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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Como ya hemos visto, el diseño del cerebro pone de manifiesto que tenemos

escaso o ningún control con respecto al momento en que nos veremos arrastrados

por una emoción y que tampoco disponemos de mucho margen de maniobra

sobre el tipo de emoción que nos aquejará. Lo que tal vez si se halla en nuestra

mano es el tiempo que permanecerá una determinada emoción. El problema no

estriba tanto en la diversidad emocional que reflejan, por ejemplo, la tristeza, la

preocupación o el enfado (y a que normalmente estos estados de ánimo

desaparecen con el tiempo y paciencia), como en el hecho de que su desmesura

y su inadecuación conlleva los más sombríos matices: la ansiedad crónica, la

furia desbocada y la depresión. Tanto es así que, en sus manifestaciones más

graves y persistentes, su erradicación puede llegar a requerir medicación,

psicoterapia o ambas cosas a la vez.

Uno de los indicadores de la autorregulación emocional es el hecho de saber

reconocer en qué momento la excitación crónica del cerebro emocional es tan

intensa como para requerir ay uda farmacológica. Por ejemplo, dos tercios de las

personas que sufren de trastornos maníaco—depresivos no han recibido nunca

tratamiento médico al respecto. Pero el hecho es que el litio u otros fármacos

más vanguardistas pueden llegar a frustrar el ciclo característico del trastorno

maníaco—depresivo (en el que se alternan la euforia caótica y la grandiosidad

con la irritación y la rabia). Uno de los problemas característicos de los trastornos

maníaco-depresivos es que, cuando la persona está inmersa en plena crisis

maníaca, se halla plenamente convencida de que no necesita ningún tipo de

ay uda a pesar de las desastrosas decisiones que pueda estar tomando. Así pues, la

medicación psiquiátrica brinda a las personas que están atravesando este tipo de

episodios un instrumento para manejar más adecuadamente sus vidas.

Pero cuando se trata de superar un tipo más habitual de estados negativos sólo

contamos con nuestros propios recursos.

Como ha señalado Diane Tice, psicóloga de la Case Western Reserve

University que interrogó a más de cuatrocientas personas sobre las diferentes

estrategias que utilizaban para superar los estados de ánimo angustiantes y sobre

el grado de éxito que éstas les procuraban, estos recursos no siempre se

mostraron lo suficientemente eficaces Hay que decir, para comenzar, que no

todos los encuestados partían de la premisa de que fuera necesario cambiar los

estados de ánimo negativos. La investigación de Tice puso de manifiesto la

existencia de cerca de un 5% de « puristas del estado de ánimo» , es decir,

personas que afirmaban que ellos nunca trataban de cambiar un determinado

estado de ánimo porque, en su opinión, todas las emociones son « naturales» y

deben experimentarse tal y como se presentan, por más desalentadoras que

resulten. Asimismo, también había otros que buscaban promover estados de

ánimo negativos por razones pragmáticas: médicos que necesitan mostrarse

apesadumbrados para dar una mala noticia a sus pacientes; activistas sociales que

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