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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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existente entre las parejas que mantienen una relación saludable y aquéllas otras

que terminan divorciándose radica en la presencia o ausencia de vías que ay uden

a disolver las desavenencias cony ugales. Las válvulas de seguridad que impiden

que una discusión desemboque en una explosión de consecuencias irreversibles

dependen de acciones tan sencillas como atajar la discusión a tiempo antes de

que se desproporcione, la empatía y el control de la tensión. Estas acciones

constituyen una especie de termostato emocional que impide que la expresión de

los sentimientos rebase el punto de ebullición y nuble la capacidad de los

miembros de la pareja para centrarse en el tema que estén discutiendo.

Una estrategia global que puede contribuir al buen funcionamiento del

matrimonio consiste en no tratar de centrarse de entrada en aquellos temas

álgidos concretos que suelen desencadenar las peleas matrimoniales (como, por

ejemplo, el cuidado de los niños, el sexo, el dinero y el trabajo doméstico) sino,

en cambio, tratar de cultivar juntos la inteligencia emocional y así aumentar las

posibilidades de que las cosas discurran por cauces más sosegados. Existe un

abanico de competencias emocionales —la capacidad de tranquilizarse a uno

mismo (y de tranquilizar a la pareja), la empatía y el saber escuchar— que

facilitan el que la pareja sea capaz de resolver más eficazmente sus desacuerdos.

El desarrollo de este tipo de habilidades hace posible la existencia de discusiones

sanas, de « buenas peleas» que contribuy en a la maduración del matrimonio y

cortan de raíz las formas negativas de relación que suelen conducir a su

disgregación. Pero los hábitos emocionales no pueden cambiarse de la noche a la

mañana, se trata de una labor que exige mucha atención y perseverancia. Los

cambios fundamentales que puede experimentar una pareja están directamente

relacionados con la profundidad de su motivación. La may or parte de las

reacciones emocionales que se presentan en el seno del matrimonio comenzaron

a modelarse desde nuestra más tierna infancia, imbuidas por el aprendizaje que

supuso la relación entre nuestros padres y ejercitadas posteriormente en nuestras

relaciones más íntimas. Por más que tratemos de convencernos de lo contrario,

todos llevamos la impronta de los hábitos emocionales aprendidos en la relación

que sostuvimos con nuestros padres (como reaccionar desproporcionadamente

ante agravios de poca importancia o encerrarnos en nosotros mismos al menor

signo de enfrentamiento).

Tranquilizarse a uno mismo

En el núcleo de toda emoción intensa suby ace un impulso a la acción y por

esto resulta fundamental el dominio de los impulsos para el desarrollo de la

inteligencia emocional. No obstante, esto puede ser especialmente difícil de

llevar a la práctica en las relaciones más próximas, donde uno se juega tanto. Las

reacciones que afloran en este ámbito afectan a nuestras necesidades más

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