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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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máximo provecho posible de las aptitudes de sus miembros más talentosos y

creativos.

La moraleja de este cuento es muy clara en lo que respecta al trabajo en

equipo, pero también tiene implicaciones más generales para cualquiera que

trabaje en el seno de una organización.

Muchas de las cosas que la gente hace en su trabajo dependen de su

capacidad para organizar una red difusa de compañeros, y diferentes tareas

pueden exigir la participación de diferentes componentes de esa red. Y esto, a su

vez, permite la creación de grupos ad hoc, grupos compuestos especialmente

para sacar el máximo rendimiento posible de los talentos, la experiencia y la

situación de sus integrantes. En este sentido, la forma en que la gente puede

« trabajar» una red —es decir, convertirla en un equipo provisional ad hoc—

constituy e un factor crucial en el éxito en el mundo laboral.

Veamos, por ejemplo, un estudio sobre trabajadores « estrella» realizado en

los mundialmente famosos Laboratorios Bell, de Princeton, un lugar que

concentra una densidad de talentos difícil de igualar. Ahí trabajan ingenieros y

científicos cuy o CI académico es extraordinariamente elevado. Pero dentro de

este pozo de talentos, algunos son verdaderas « estrellas» mientras que otros sólo

alcanzan resultados más bien mediocres. Pues bien, la investigación demostró

que la diferencia entre unos y otros no radica tanto en su CI académico como en

su CI emocional y que los trabajadores « estrella» eran personas más capaces

de motivarse a sí mismas y más dispuestas a organizar sus redes informales en

equipos ad hoc.

Los trabajadores « estrella» estudiados trabajaban en una división de la

empresa que se dedicaba a crear y diseñar los dispositivos electrónicos que

controlan los sistemas telefónicos, un instrumento muy complicado de la

ingeniería electrónica. La elevada complejidad de la tarea superaba tanto a la

capacidad de cualquier individuo aislado que debía realizarse en equipos de 5 a

150 ingenieros, puesto que ningún ingeniero aislado sabía lo suficiente como para

realizar a solas su trabajo y necesitaba la colaboración y la experiencia de otras

personas. Para descubrir la diferencia existente entre los muy productivos y

aquéllos otros que eran mediocres, Robert Kelley y Janet Caplan pidieron a los

jefes y a los empleados que seleccionaran entre el 10 y el 15% de los ingenieros

que destacaban como « estrellas» .

Como señalaron luego en la Harvard Business Review, cuando Kelley y

Caplan compararon los resultados obtenidos por los trabajadores « estrella» « en

lo que respecta a un amplio espectro de medidas cognitivas y sociales (desde la

valoración del CI hasta los inventarios de personalidad)» con los resultados

logrados por los demás, no lograron detectar la menor diferencia innata

significativa entre los dos grupos. « La investigación demuestra, pues, que el

talento académico —o el CI— no es un buen predictor de la productividad en el

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