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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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ingresar en la escuela han sufrido en su hogar un estilo educativo « coercitivo» ,

suelen ser más castigados por sus maestros, quienes se ven obligados a invertir

mucho tiempo en su disciplina. La constante oposición a las normas de conducta

del aula que estos niños manifiestan espontáneamente supone una pérdida

preciosa de tiempo que podría aprovecharse mejor. Por lo general, el fracaso

académico se hace evidente cuando los niños llegan tercer curso. Así pues, si

bien estos niños presentan un Cl más bajo que el de sus compañeros, la principal

razón que impulsa su camino hacia la delincuencia hay que buscarla en su

temperamento. De hecho, en los niños de diez años, la impulsividad resulta un

predictor de la tendencia posterior hacia la delincuencia tres veces más adecuado

que el Cl Al llegar al cuarto y quinto curso, estos chicos —que por el momento

sólo son considerados revoltosos o « difíciles» — son rechazados por sus

compañeros, tienen serias dificultades para hacer amigos, tienen problemas de

fracaso escolar y, sintiéndose faltos de toda amistad, gravitan en torno a otros

marginados sociales. De este modo, entre el cuarto y noveno curso se aglutinan

alrededor de algún grupo marginal y llevan una vida que desafía las normas,

mostrando una tendencia cinco veces superior a la media a hacer novillos, beber

alcohol y tomar drogas, una situación que alcanza su punto culminante durante el

séptimo y octavo curso, un período en el que suelen ser seguidos, a su vez, por

otros niños « rezagados» , que se sienten atraídos por ellos. Estos rezagados suelen

ser niños más pequeños, cuy as familias no se preocupan bastante de ellos y que

vagabundean a su antojo por las calles durante el periodo de la educación

primaria. En la época en que tendrían que pasar al instituto, la tendencia a la

violencia que albergan los integrantes de estos grupos marginales suele llevarles a

abandonar los estudios y a verse implicados en delitos menores, como hurtos en

tiendas, robos y posesión de drogas. (En este punto es necesario señalar la

existencia de una marcada diferencia entre los caminos seguidos por las niñas y

los de los niños. Un seguimiento llevado a cabo entre las niñas « revoltosas» de

cuarto curso —pequeñas que tenían constantes problemas con sus profesores, no

respetaban las normas o eran impopulares entre sus compañeros— puso de

manifiesto que el 40% de ellas y a había dado a luz un hijo antes de concluir el

instituto, una media, por cierto, tres veces superior a la del resto de compañeras

de su misma escuela. Dicho en otras palabras, las adolescentes antisociales no se

vuelven violentas sino que se quedan embarazadas.)

No hay un único camino que conduzca a la delincuencia y a la violencia. En

este sentido hay que tener en cuenta otros factores de riesgo, como el hecho de

vivir en un barrio con un alto grado de delincuencia, en el que los niños se hallen

expuestos a la invitación constante al delito y a la violencia, crecer en una familia

con un elevado grado de estrés o malvivir en condiciones de extrema pobreza.

Ninguno de estos factores, por sí solo, es el causante inevitable de una vida

entregada a la delincuencia. Así pues, a la vista de que todos estos factores

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