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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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considerarse como hologramas, en el sentido de que una parte evoca a la

totalidad. Como señala Sey mour Epstein, mientras que la mente racional

establece conexiones lógicas entre causas y efectos, la mente emocional es

indiscriminatoria, y relaciona cosas que simplemente comparten rasgos

similares. En muchos sentidos, la mente emocional es infantil, y cuanto más

infantil, más intensa es la emoción. Un ejemplo de este tipo es el pensamiento

categórico, en el que todo es blanco o negro, sin asomo alguno de grises, como

ocurre, por ejemplo, en el caso de alguien que haya cometido una equivocación

y a continuación piense « yo siempre digo lo que no tengo que decir» . Otro signo

de esta modalidad infantil es el pensamiento personalizado, que percibe los

hechos con un sesgo centrado en uno mismo, como el conductor que, después del

accidente, explicaba que « el poste telefónico vino directo hacia mí» .

Esta modalidad infantil es autoconfirmante, un tipo de pensamiento que

elimina o ignora el recuerdo de hechos que podrían socavar sus creencias y se

centra en aquello que las confirma. Las creencias de la mente racional son

tentativas y las nuevas evidencias pueden refutar una creencia y reemplazarla

por otra nueva porque el razonamiento opera apoyándose en evidencias

objetivas. La mente emocional, en cambio, toma a sus creencias por la realidad

absoluta y deja de lado toda evidencia en sentido contrarío. Éste es el motivo por

el cual resulta tan difícil razonar con alguien que se encuentre conmocionado

emocionalmente, porque no importa la contundencia lógica de los argumentos sí

no se acomodan a la convicción emocional del momento. Los sentimientos son

autojustificantes y se apoy an en un conjunto de percepciones y de « pruebas»

válidas exclusivamente para sí.

El pasado se impone sobre el presente

Cuando alguno de los rasgos de un suceso se asemeja a un recuerdo del

pasado cargado emocionalmente, la mente emocional responde activando los

sentimientos que acompañaron al suceso en cuestión. En tal caso, la mente

emocional reacciona al momento presente como si se hallara en el pasado. El

problema es que, cuando la valoración es rápida y automática, nosotros no

comprendemos que lo que sirvió en algún momento pasado tal vez no sirva ya

para el presente. Por ejemplo, alguien a quien las palizas infantiles enseñaron a

reaccionar con miedo a un ceño fruncido tenderá, en una u otra medida, a tener

esta misma reacción cuando, siendo adulto, los ceños fruncidos y a no supongan

ninguna amenaza.

Si el sentimiento es intenso, las reacciones que se desencadenan son

evidentes, pero si, por el contrario, el sentimiento es vago o difuso, es muy

posible que no nos demos cuenta de la reacción emocional que tiñe sutilmente

nuestra respuesta. Así pues, aunque pueda parecer que nuestra reacción se deba

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