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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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que impide la concentración; bajo rendimiento académico; pensamientos

obsesivos.

Delincuencia o agresividad: relaciones con personas problemáticas; uso de la

mentira y el engaño; exceso de justificación; desconfianza; exigir la atención de

los demás; desprecio por la propiedad ajena; desobediencia en casa y en la

escuela; mostrarse testarudo y caprichoso; hablar demasiado; fastidiar a los

demas y tener mal genio.

Ninguno de estos problemas, considerado aisladamente, es lo bastante

poderoso como para llamar nuestra atención, pero tomados en conjunto

constituyen el claro indicador de la existencia de cambios muy profundos, de un

nuevo tipo de veneno que emponzoña a nuestra infancia y que afecta

negativamente a su nivel de competencia emocional. Este desasosiego emocional

parece ser el precio que han de pagar los jóvenes por la vida moderna. Por otra

parte, aunque los norteamericanos suelen considerar que sus problemas son

especialmente graves, las investigaciones realizadas en otros países replican o

incluso superan estos resultados. Por ejemplo, en la década de los ochenta los

maestros y los padres de Holanda, China y Alemania encontraron en sus chicos

los mismos problemas que presentaban los niños americanos en 1976 y, en el

caso de Australia, Francia o Thailandia, la situación era todavía peor. Por último,

es muy posible que esta situación hay a empeorado todavía más porque, en la

actualidad, la espiral descendente de la competencia emocional parece haberse

acelerado más en los Estados Unidos que en el resto de las naciones desarrolladas

Y Ningún niño, ya sea rico o pobre, está libre de riesgo, porque esta problemática

es universal y afecta a todos los grupos étnicos, raciales y sociales. Así pues,

aunque los niños pobres manifiesten el peor índice de competencia emocional, su

grado de deterioro en las últimas décadas no ha sido mayor que la de los niños de

clase media o incluso que la de los niños ricos, y a que todos muestran, en

definitiva, el mismo grado de deterioro. El número de niños que han recibido

ay uda psicológica también se ha triplicado (aunque ésta tal vez sea una buena

señal que señale la existencia de más recursos en este sentido) pero, al mismo

tiempo, también se ha duplicado el número de niños que, a pesar de presentar

serios problemas emocionales, no han recibido ningún tipo de ayuda (un 9% en

1976 frente a un 18% en 1989, un signo, en este caso, negativo).

Une Bronfenbrenner, conocida psicóloga evolutiva de la Universidad de

Cornell que ha llevado a cabo un estudio comparativo a escala mundial sobre el

bienestar infantil, afirma: « las presiones externas son tan grandes que, a falta de

un buen sistema de apoy o, hasta las familias más unidas están empezando a

fragmentarse. La incertidumbre, la fragilidad y la inestabilidad de la vida

cotidiana familiar afectan a todos los segmentos de nuestra sociedad, incluy endo

a las personas acomodadas y con un elevado nivel cultural. Lo que está en juego

es nada menos que la próxima generación —especialmente los varones—, que

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