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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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sintamos dolidos o encolerizados por lo que alguien nos ha dicho o nos ha hecho.

Del mismo modo que sucede con la amígdala, sin el concurso de los lóbulos

prefrontales gran parte de nuestra vida emocional desaparecería porque sin

comprensión de que algo merece una respuesta emocional, no hay respuesta

emocional alguna. Desde la aparición (en la década de los cuarenta) de la

tristemente famosa « cura» quirúrgica de la enfermedad mental —la lobotomía

prefrontal, una operación que consistía en seccionar las conexiones existentes

entre el córtex prefrontal y el cerebro inferior o en extirpar parcialmente (con

frecuencia de un modo bastante torpe) una parte de los lóbulos prefrontales— los

neurólogos han sospechado que éstos desempeñan un importante papel en la vida

emocional. En aquella época, anterior a la aparición de una medicación eficaz

para el tratamiento de la enfermedad mental, la lobotomía era aclamada como

el tratamiento para resolver los problemas mentales más graves: ¡corta los

vínculos entre los lóbulos prefrontales y el resto del cerebro y « liberarás» al

paciente de su trastorno!… sin embargo, la eliminación de conexiones nerviosas

clave terminaba también, por desgracia, « liberando» al paciente de su vida

emocional, porque se había destruido su circuito maestro.

El secuestro emocional parece implicar dos dinámicas distintas: la activación

de la amígdala y el fracaso en activar los procesos neocorticales que suelen

mantener equilibradas nuestras respuestas emocionales. En esos momentos, la

mente racional se ve desbordada por la mente emocional y lo mismo ocurre con

la función del córtex prefrontal como un gestor eficaz de las emociones

sopesando las reacciones antes de actuar y amortiguando las señales de

activación enviadas por la amígdala y otros centros límbicos, como un padre que

impide que su hijo se comporte arrebatando todo lo que quiere y le enseña a

pedirlo (o a esperar).' El interruptor que « apaga» la emoción perturbadora

parece hallarse en el lóbulo prefrontal izquierdo. Los neurofisiólogos que han

estudiado los estados de ánimo de pacientes con lesiones en el lóbulo prefrontal

han llegado a la conclusión de que una de las funciones del lóbulo prefrontal

izquierdo consiste en actuar como una especie de termostato neural que regula

las emociones desagradables. Así pues, el lóbulo prefrontal derecho es la sede de

sentimientos negativos como el miedo y la agresividad. mientras que el lóbulo

prefrontal izquierdo los tiene a raya. muy probablemente inhibiendo el lóbulo

derecho. En un determinado estudio, por ejemplo, los pacientes con lesiones en el

córtex prefrontal izquierdo eran proclives a experimentar miedos y

preocupaciones catastrofistas mientras que aquéllos otros con lesiones en el

córtex prefrontal derecho eran « desproporcionadamente joviales» , bromeaban

continuamente durante las pruebas neurológicas y estaban tan despreocupados

que no ponían el menor cuidado en lo que estaban haciendo.

Éste fue precisamente el caso de un marido feliz, un hombre al que se le

había extirpado parcialmente el lóbulo prefrontal derecho para eliminar una

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