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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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Los elementos fundamentales

Estos descubrimientos nos han obligado a revisar los elementos óptimos que

debe contener un programa de prevención eficaz, un programa que se base tan

sólo en aquellos ingredientes que, tras una evaluación objetiva, hay an

demostrado ser verdaderamente eficaces. En un proy ecto de cinco años de

duración patrocinado por la Fundación W. T. Grant, un grupo de investigadores

estudió a fondo este panorama y extrajo los componentes activos que parecen

esenciales para el éxito de los programas más eficaces. Este grupo de

investigadores llegó a la conclusión de que, independientemente del problema

concreto que se pretenda solucionar, las competencias clave que deben cubrir

estos programas se asemejan bastante a los elementos de la inteligencia

emocional que apuntamos en el presente volumen (véase la lista completa en el

apéndice D). Entre estas habilidades emocionales se incluy en la conciencia de

uno mismo; la capacidad para identificar, expresar y controlar los sentimientos;

la habilidad de controlar los impulsos y posponer la gratificación, y la capacidad

de manejar las sensaciones de tensión y de ansiedad. Una aptitud clave para

dominar los impulsos consiste en conocer la diferencia entre los sentimientos y

las acciones y en aprender a adoptar mejores decisiones emocionales,

controlando el impulso de actuar e identificando las distintas alternativas de

acción y sus posibles consecuencias. Muchas de estas habilidades son

marcadamente interpersonales: la capacidad de interpretar adecuadamente los

signos emocionales y sociales, la de escuchar, de resistirse a las influencias

negativas, de asumir la perspectiva de los demás y de comprender la conducta

que resulte más apropiada a una determinada situación.

Estas habilidades emocionales y sociales indispensables para la vida pueden

ayudamos también a solucionar la mayoría —si no todos— de los problemas que

acabamos de revisar en el presente capítulo. Bien podríamos afirmar que se trata

de una vacuna universal para afrontar todo tipo de problemas (incluido el

embarazo no deseado de las jóvenes y el suicidio infantil).

Pero también hemos de admitir, en honor a la verdad, que las causas

suby acentes a estos problemas son muy complejas y se hallan entrelazadas con

factores como la dotación biológica, la dinámica familiar, la política social y la

subcultura urbana. No existe un único tipo de intervención —incluyendo a la

intervención emocional— que sea capaz resolver todos estos problemas.

Pero, en la medida en que las deficiencias emocionales constituy en un riesgo

añadido para los niños —y y a hemos podido comprobar hasta qué punto es así—,

debemos prestar una especial atención al desarrollo emocional, sin excluir otro

tipo de acciones. ¿En qué consiste, pues, la educación emocional?

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