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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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compañeros. Si uno, por ejemplo, desea algo de lo que carece, ve cómo otros

niños resuelven esta situación y luego trata de conseguirlo por sí mismo. Pero los

niños deprimidos suelen terminar engrosando las filas de los marginados, de los

niños con los que nadie quiere jugar» . La suspicacia y la tristeza que sienten

estos niños les hace rehuir los contactos sociales o mirar hacia otro lado cuando

alguien trata de establecer contacto con ellos, un signo que suele interpretarse

como rechazo. El resultado final es que los niños deprimidos terminan siendo

ignorados o rechazados. Este tipo de carencia en su bagaje interpersonal les

impide sacar partido del aprendizaje natural que se produce en medio de la

bulliciosa actividad del patio de recreo y así suelen acabar arrastrando un lastre

emocional y social del que deberán desprenderse cuando salgan de la depresión.

En suma, el hecho es que los niños deprimidos son más ineptos socialmente,

tienen menos amigos, son menos elegidos como compañeros de juego, suelen

caer menos simpáticos y, en consecuencia, tienen más problemas de relación.

Otro precio que deben pagar estos niños por su depresión es el pobre

rendimiento escolar. La depresión dificulta la memoria y la concentración,

impidiéndoles prestar atención y asimilar lo que se les enseña. Un niño que no

siente ilusión por nada encontrará prácticamente imposible acopiar la energía

suficiente para que las lecciones del profesor le estimulen de algún modo (por no

mencionar la incapacidad de experimentar el estado de « flujo» , del que

hablábamos en el capítulo 6). Según el estudio de Kovac, pues, los niños cuy os

episodios depresivos son más prolongados obtienen peores calificaciones y suelen

ir atrasados en sus estudios. En realidad, parece existir una relación directa entre

el período de tiempo que un niño permanece deprimido y su rendimiento escolar,

con una caída en picado durante el transcurso del episodio depresivo. Por su

parte, este pobre rendimiento académico no hace sino complicar la depresión

porque, como afirma Kovac: « no es difícil comprender lo que ocurre cuando

uno comienza a sentirse deprimido y le suspenden, teniendo que quedarse en

casa a estudiar y sin poder salir a jugar con los demás» .

LAS PAUTAS DEL PENSAMIENTO DEPRESÓGENO

Al igual que ocurre con los adultos, las interpretaciones pesimistas de los

contratiempos de la vida parecen alimentar la desesperanza y la impotencia que

y acen en el núcleo de la depresión infantil. Hace mucho tiempo que se sabe que

las personas que ya están deprimidas albergan este tipo de pensamientos, lo que

resulta sorprendente es que los niños propensos a la melancolía tienden a albergar

esta visión pesimista antes de caer en la depresión, una circunstancia que abre la

posibilidad de inocularles algún tipo de vacuna contra la depresión antes de que

ésta se apodere de ellos.

Los estudios sobre las creencias que sustentan los niños acerca de las

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