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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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fuerte demanda física y completamente indiferente —por el momento— a lo

que, de otro modo, sería un acontecimiento angustioso, es una cuestión de

supervivencia. Pero esta ventaja a corto plazo termina convirtiéndose en un

verdadero inconveniente cuando las alteraciones cerebrales que acabamos de

mencionar se instalan de manera permanente, como cuando un coche

permanece con el acelerador continuamente apretado. El cambio en el nivel de

excitabilidad de la amígdala y otras regiones cerebrales relacionadas, provocado

por la exposición a un trauma intenso, nos coloca al borde del colapso, una

situación en la que el incidente más inocuo puede terminar desencadenando

fácilmente un secuestro neural que aboque a una explosión de miedo

incontrolable.

EL REAPRENDIZAJE EMOCIONAL

Los recuerdos traumáticos constituy en fijaciones del funcionamiento

cerebral que interfieren con el aprendizaje posterior y, más concretamente, con

el reaprendizaje de una respuesta normal ante los acontecimientos traumáticos.

En los casos de pánico adquirido, como, por ejemplo, el TEPT, los mecanismos

del aprendizaje y la memoria se desvían de su cometido. En este caso la

amígdala también juega un papel muy importante pero, en lo que respecta a la

superación del miedo aprendido, es el neocórtex el que desempeña el papel

fundamental.

Los psicólogos denominan miedo condicionado al proceso mediante el cual la

mente asocia algo que no supone ninguna amenaza a un suceso aterrador. Según

Charney, las secuelas producidas por el temor inducido en animales de

laboratorio permanecen durante años. La región cerebral clave que aprende,

recuerda y moviliza el miedo condicionado corresponde al tálamo, la amígdala y

el lóbulo prefrontal, el mismo circuito, en suma, implicado en el secuestro neural.

En circunstancias normales, el miedo condicionado tiende a remitir con el

paso del tiempo, hecho que parece deberse al proceso de reaprendizaje natural

que ocurre cuando el sujeto vuelve a enfrentarse al objeto temido en condiciones

de completa seguridad. De este modo, por ejemplo, una niña que aprendió a

temer a los perros porque fue mordida por un pastor alemán, irá perdiendo

gradualmente su miedo de manera natural en la medida en que tenga la

oportunidad de estar con alguien que tenga un pastor alemán con el que pueda

jugar.

Pero en el caso del TEPT este tipo de reaprendizaje natural no tiene lugar. En

opinión de Charney, ello se debe a que los cambios cerebrales provocados por el

TEPT son tan poderosos que cualquier reminiscencia —aun mínima— de la

situación original desencadena un secuestro de la amígdala que refuerza la

respuesta de pánico. Ello implica que no habrá ninguna ocasión en la que el

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