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La Inteligencia Emocional - Daniel Goleman

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estrangulado con sus propias manos y todavía recuerda el tono de consternación

con el que le contaron la forma en que sus vecinos griegos comían cerdo, una

carne considerada impura por la cultura turca. Hoy en día, como estudioso de los

conflictos étnicos, Volkan ilustra con sus recuerdos infantiles la forma en que los

odios y los prejuicios intergrupales se perpetúan de generación en generación. En

ocasiones, especialmente en aquellos casos en los que exista una larga historia de

enemistad, la fidelidad al propio grupo exige el precio psicológico de la hostilidad

hacía otro grupo.

El aprendizaje del componente emocional de los prejuicios tiene lugar a una

edad tan temprana que hasta quienes comprenden que se trata de un error tienen

dificultades para erradicarlo por completo. Según afirma Thomas Pettigrew, un

psicólogo social de la Universidad de California en Santa Cruz que se ha dedicado

durante varias décadas al estudio de los prejuicios: « las emociones propias de los

prejuicios se consolidan durante la infancia mientras que las creencias que los

justifican se aprenden muy posteriormente. Si usted quiere abandonar sus

prejuicios advertirá que le resulta mucho más fácil cambiar sus creencias

intelectuales al respecto que transformar sus sentimientos más profundos. No son

pocos los sureños que me han confesado que, aunque sus mentes y a no sigan

alimentando el odio en contra de los negros, no por ello dejan de experimentar

una cierta repugnancia cuando estrechan sus manos. Los sentimientos son un

residuo del aprendizaje al que fueron sometidos siendo niños en el seno de sus

familias» .

El poder de los estereotipos sobre los que se asientan los prejuicios procede de

la misma dinámica mental que los convierte en una especie de profecía

autocumplida. En este sentido, las personas recuerdan más fácilmente los

ejemplos que confirman un estereotipo que aquéllos otros que tienden a refutarlo.

Por esto cuando en una fiesta, por ejemplo, nos presentan a un inglés abierto y

cordial —un hecho que desmiente el estereotipo del británico frío y reservado—

la gente suele decirse a sí misma que es una excepción o que « ha estado

bebiendo» .

La persistencia de los prejuicios sutiles puede explicar el hecho por el cual,

aunque durante los últimos cuarenta años la actitud de los norteamericanos

blancos hacia los negros hay a sido cada vez más tolerante y las personas

repudien cada vez mas abiertamente las actitudes racistas, todavía siguen

subsistiendo formas encubiertas y sutiles de prejuicio. Cuando a este tipo de

personas se les pregunta por el motivo de su conducta afirman no tener

prejuicios, pero lo cierto es que, digan lo que digan, en situaciones ambiguas

siguen comportándose de un modo racista.

Éste es el caso, por ejemplo, del jefe que cree no tener prejuicios pero que se

niega a contratar a un trabajador negro —no por motivos racistas, en su opinión,

sino porque su educación y su experiencia « no son idóneas para el trabajo» —,

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