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Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

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compren<strong>de</strong>r le dije por qué y ella me dijo, Porque ahí está Fran y seguro que<br />

vino a tocar el piano y yo con música no canto, me oíste, no canto, y<br />

Franemilio la oyó y antes <strong>de</strong> que yo pudiera hablar o pensar, <strong>de</strong>cirme, Coño<br />

está loca <strong>de</strong> remate, ¡Yo con <strong>un</strong> piano en la casa!, dijo con su voz dulce,<br />

Pasa, Estrella, entra que aquí la música la traes tú, y ella se sonrió y yo pedí<br />

atención y dije que apagaran el tocadiscos que aquí estaba La Estrella y todo<br />

el m<strong>un</strong>do se volvió y la gente que estaba en el balcón entró y todos<br />

aplaudieron. ¿Ves? le dije ¿ves?, pero ella no me oía y ya iba a arrancar a<br />

cantar cuando Bustrófedon salió <strong>de</strong> la cocina con <strong>un</strong>a ban<strong>de</strong>ja con tragos y<br />

<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él Edith Cabell con otra y La Estrella cogió <strong>un</strong> trago al pasar y me<br />

dijo, ¿Y ésta qué hace aquí? y Edith Cabell la oyó y se viró y le dijo, Ésta<br />

no, ¿me oíste? que yo no soy <strong>un</strong> fenómeno como usted, y La Estrella con el<br />

mismo movimiento que hizo al coger el vaso, le tiró el trago en la cara a<br />

Franemilio, porque Edith Cabell se había quitado y al quitarse tropezó y<br />

trató <strong>de</strong> agarrarse <strong>de</strong> Bustrófedon al que cogió por la camisa y que dio dos<br />

tumbos, pero como él es muy ágil y Edith Cabell ha hecho ejercicios <strong>de</strong><br />

expresión corporal ning<strong>un</strong>o <strong>de</strong> los dos se cayó y Bustro hizo <strong>un</strong> gesto como<br />

el <strong>de</strong> <strong>un</strong> trapecista que termina <strong>un</strong> doble salto mortal sin red y todo el<br />

m<strong>un</strong>do, menos La Estrella, Franemilio y yo, aplaudió. La Estrella porque se<br />

estaba disculpando con Franemilio y limpiándole la cara con su falda, que<br />

levantaba y <strong>de</strong>jaba sus enormes muslos morenos al aire tibio <strong>de</strong> la velada y<br />

Franemilio porque no veía y yo porque cerraba la puerta y le pedía a la<br />

gente que se calmara, que eran casi las doce y no teníamos permiso para dar<br />

la fiesta y la policía iba a venir, y todos se callaron. Menos La Estrella, que<br />

cuando terminó <strong>de</strong> disculparse con Franemilio se volvió hacia mí y me<br />

preg<strong>un</strong>tó, Y el empresario tú, y Franemilio sin <strong>de</strong>jarme inventar nada dijo,<br />

No vino, porque Vítor no vino y Cué está en pique con la gente <strong>de</strong> la<br />

televisión. La Estrella me miró con <strong>un</strong>a expresión <strong>de</strong> gran picardía seria, con<br />

sus ojos tan anchos como sus cejas y me dijo, Así que me engañaste, y no<br />

me <strong>de</strong>jó que le jurara por todos mis antepasados y antiguos artífices, hasta<br />

por Niepce, que no, que yo no sabía que no había venido nadie, quiero <strong>de</strong>cir,<br />

ningún empresario y me dijo, Pues no canto ¡vaya! y se metió en la cocina a<br />

hacerse <strong>un</strong> trago.<br />

Creo que el acuerdo fue mutuo y La Estrella tanto como mis invitados<br />

<strong>de</strong>cidieron olvidar que vivían en el mismo planeta, porque ella estaba en la<br />

cocina bebiendo y comiendo y haciendo ruido al hacerlo y en la sala estaba<br />

Bustrófedon ahora inventando trabalenguas y <strong>un</strong>os <strong>de</strong> los que oí fue el <strong>de</strong><br />

tres tristes <strong>tigres</strong> en <strong>un</strong> trigal y el tocadiscos estaba sonando Santa Isabel <strong>de</strong><br />

las Lajas y Eribó tocando, repicando sobre mi mesa <strong>de</strong> comer y en <strong>un</strong>a <strong>de</strong>

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