09.05.2013 Views

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

movimiento. Escampaba. Entraba gente al restorán. Salían. Un camarero<br />

echaba aserrín ante la puerta.<br />

Una noche <strong>de</strong> mil novecientos treinta y siete mi padre me llevaba al<br />

cine y pasamos por el gran café <strong>de</strong>l pueblo, El Suizo, <strong>de</strong> persianas <strong>de</strong> vaivén<br />

en las puertas y mesas <strong>de</strong> mármol y <strong>un</strong>a escena <strong>de</strong> odaliscas <strong>de</strong>snudas en <strong>un</strong><br />

gran cuadro sobre la barra, cortesía <strong>de</strong> la cerveza Polar que es la cerveza <strong>de</strong>l<br />

pueblo ¡y el pueblo n<strong>un</strong>ca se equivoca!, y <strong>un</strong> mantecado siempre prometido<br />

y merengues como bellas durmientes encerrados en <strong>un</strong>a caja <strong>de</strong> cristal y<br />

pomos con caramelos <strong>de</strong> colores. Vimos en el piso <strong>de</strong>l portal, esa noche, <strong>un</strong>a<br />

cinta <strong>de</strong> serrín mojado, oscuro. El reguero llegaba al final <strong>de</strong>l corredor y<br />

serpeaba por entre comentadores exaltados. En aquel café <strong>de</strong> Oriente ocurrió<br />

<strong>un</strong> drama <strong>de</strong>l oeste. Un hombre enconado retó a su rival a duelo mortal. Habían<br />

sido amigos y ahora eran enemigos y entre ellos había ese odio que hay<br />

solamente entre rivales que fueron <strong>un</strong>a vez camaradas. «Te mataré<br />

endon<strong>de</strong>quiera», dijo <strong>un</strong>o <strong>de</strong> ellos. El otro hombre, más cauto o menos<br />

habituado, se preparó con paciencia y con valor y con fe. El primer hombre<br />

lo encontró esa noche sentado a la barra, bebiendo <strong>un</strong> ron suave. Empujó<br />

<strong>un</strong>a persiana y casi <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la calle gritó, «Date vuelta, Cholo, que te voy a<br />

matar». Disparó. El hombre que se llamaba Cholo sintió <strong>un</strong> golpe en el<br />

pecho y cayó contra el mostrador <strong>de</strong> zinc al tiempo que sacaba <strong>un</strong> revólver.<br />

Disparó. El rival <strong>de</strong> la puerta cayó con <strong>un</strong> tiro en la frente. La bala <strong>de</strong>stinada<br />

a Cholo (cosas <strong>de</strong>l azar) se alojó en la f<strong>un</strong>da <strong>de</strong> plata <strong>de</strong> sus espejuelos, que<br />

llevaba siempre (cosas <strong>de</strong> la costumbre) <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l saco, a la izquierda,<br />

sobre el corazón. El aserrín disimulaba con piedad higiénica la rencorosa,<br />

extraviada sangre <strong>de</strong>l retador, ahora el muerto. Seguimos. Llegamos al cine,<br />

mi padre pesaroso, yo excitado. Vimos <strong>un</strong>a vieja película <strong>de</strong> Ken Maynard<br />

que entonces era estreno. La serie <strong>de</strong> El crótalo. La moraleja estética <strong>de</strong> esta<br />

fábula sangrienta es que Maynard <strong>de</strong> negro, audaz y certero, El crótalo<br />

misterioso, malvado y la muchacha bella y pálida y virtuosa son reales,<br />

están vivos. En cambio Cholo y su rival, que eran amigos <strong>de</strong> mi padre, la<br />

sangre en el suelo, el duelo espectacular y torpe pertenecen a las nieblas <strong>de</strong>l<br />

sueño y <strong>de</strong>l recuerdo. Algún día escribiré este cuento. Antes se lo conté, así,<br />

a Arsenio Cué.<br />

—Pareces Borges —me dijo—. Llámalo Tema <strong>de</strong>l Malo y el Bueno.<br />

No entendió. No podría enten<strong>de</strong>r. No comprendió que no era <strong>un</strong>a<br />

fábula ética, que lo contaba por contar, por com<strong>un</strong>icar <strong>un</strong> recuerdo nítido,<br />

que era <strong>un</strong> ejercicio en nostalgia. Sin rencor al pasado. No podía<br />

compren<strong>de</strong>r. En fin. —¿Qué tomaba Cholo?<br />

—Qué carajo sé yo —le dije.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!