09.05.2013 Views

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

—Tiro al blanco —dijo, sin explicar nada. No era joven, tampoco era<br />

viejo: estaba envejecido. N<strong>un</strong>ca lo había visto en persona: nada más que en<br />

la televisión, <strong>de</strong> pasada, comiendo perros calientes <strong>un</strong>o tras otro, mientras<br />

an<strong>un</strong>ciaba <strong>un</strong>a marca <strong>de</strong> salchichas. Eso ocurrió hace tiempo y ahora era <strong>un</strong>a<br />

celebridad, <strong>un</strong> magnate, <strong>un</strong> lí<strong>de</strong>r político. Los perros los comía <strong>de</strong> verdad,<br />

porque estaba gordo, in<strong>de</strong>centemente. Vestía <strong>un</strong> pull-over blanco y shorts<br />

azul celeste y alpargatas <strong>de</strong> fantasía <strong>de</strong> color azul marino. Llevaba<br />

espejuelos y <strong>un</strong> bigote <strong>de</strong>speluzado («inglés», <strong>de</strong>cían los periódicos al<br />

<strong>de</strong>scribirlo) y tenía el pelo más rizo y más claro que en la televisión. Se<br />

parecía a Groucho Marx, pero se veía bien que tenía <strong>de</strong> negro. «Un ruso»,<br />

me dijo alguien. «Un mulato ruso.» Sus ojos eran pequeños y mezquinos,<br />

también astutos.<br />

—Así que tú eres el hijo <strong>de</strong> María —dijo ahora, sin <strong>de</strong>clarar nada.<br />

—Así dicen —dije yo, sonriendo. No me sonrió.<br />

—Tú quieres algo.<br />

—Sí —le dije—. Quiero <strong>un</strong>a orientación.<br />

—¿Cómo? —era su primera preg<strong>un</strong>ta. Iba a respon<strong>de</strong>r cuando oí que<br />

<strong>de</strong> mi boca salía <strong>un</strong> chorro <strong>de</strong> música: violento, incontenible, rítmico. Era <strong>un</strong><br />

rocanrol que sonaba en alg<strong>un</strong>a parte <strong>de</strong> la casa, <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> mi asiento, creo.<br />

No esperó a encontrar la fuente <strong>de</strong> la música: sabía más. Se levantó y se<br />

disparó hacia la puerta. La abrió con la mano <strong>de</strong>recha (me preg<strong>un</strong>té dón<strong>de</strong><br />

habría <strong>de</strong>jado el papelito) y gritó, gesticulando con la otra mano y la pistola,<br />

vociferando por encima <strong>de</strong> la música que entraba por la puerta<br />

comprimiendo todo el aire contra el fondo <strong>de</strong>l cuarto:<br />

—¡Maga!<br />

La música seguía su ritmo ondulante, bárbaro.<br />

—¡Maga!<br />

Creo que oí <strong>un</strong>a voz humana por entre las guitarras eléctricas, los<br />

saxofones en celo y los aullidos <strong>de</strong> algún El-vis Presley traducido al<br />

español.<br />

—¡Magalena cOÑo!<br />

La música bajó y se quedó como <strong>un</strong> fondo discreto para aquella dulce<br />

voz inocente.<br />

—¿Qué Pipo? Tan pronto como dijo Pipo supe que él no era su<br />

padre.<br />

—Esa cosa —dijo él.<br />

—¿Cuála? —dijo ella.<br />

—La música.<br />

—¿Qué pasa con la música? ¿No te gusta?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!