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Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

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—¿Te crees <strong>un</strong> caballero?<br />

¿Era zurdo? No sé, pero a mí que me llamen Wildbilly Hitchcock.<br />

—No, pero sí <strong>un</strong> chistoso —me reí con seis balas <strong>de</strong> risa: torpes,<br />

ciegas, implacables estas risas mías, que no me explico cómo daban en el<br />

blanco—: A<strong>de</strong>más, no sé qué es peor: si creerse <strong>un</strong> caballero o <strong>un</strong> cabalista.<br />

Lo vi salir con las manos en alto y pensé que se rendía. Pero no, fue al<br />

lavabo a lavarse y a mirarse en el espejo y a hacerse la raya <strong>de</strong> nuevo. Era<br />

<strong>un</strong> perfeccionista <strong>de</strong> la raya al lado. No era zurdo en la vida real, sí en el<br />

espejo.<br />

—¿Y tú, no crees en nada?<br />

—Ah, sí. En muchas cosas, casi en todo. Pero no en los números.<br />

—Es porque no sabes ni sumar.<br />

Era verdad. Es verdad que sé sumar apenas.<br />

—¿Pero no dijiste tú que las matemáticas eran como la lotería?<br />

—Las matemáticas sí, pero no <strong>un</strong>os elementos <strong>de</strong> aritmética. Había<br />

magia numérica antes <strong>de</strong> Pitágoras y su teorema, mucho antes <strong>de</strong> los<br />

egipcios, seguro.<br />

—Tú crees en las piedras preciosas <strong>de</strong>l collar <strong>de</strong> Madame Fatalité o en<br />

los cálculos en los riñones <strong>de</strong> Doña Fort<strong>un</strong>a. Yo creo en otras cosas.<br />

Se miraba al espejo pasándose <strong>un</strong>a mano por los pómulos aguzados<br />

por la medianoche, por las mejillas lívidas, por la barbilla partida. Se<br />

reconocía.<br />

—¿Es ésta la cara?<br />

¿No lo dije? Heleno <strong>de</strong> troya, el Eneas <strong>de</strong> toya, el heno <strong>de</strong> Pravia, el<br />

h<strong>un</strong>o <strong>de</strong> Toyo —el <strong>un</strong>o <strong>de</strong>právico:<br />

—De <strong>un</strong> hombre que entró en la selva salvaje a los veintidós años y no<br />

era rico al salir? Contradigo viviendo al Tío Ben, que no es el arroz<br />

silvestre, que no es el <strong>de</strong>l arroz, Silvestre, sino el hermano <strong>de</strong> Willy Loman,<br />

Ben.<br />

—Ben Trovato. Si no, E. Vero. Sin ningún parentesco con el anterior.<br />

—Tú sabes. Tú sí sabes que he vivido peligrosamente. —Vives.<br />

—Sí, vivo peligrosamente.<br />

Pobre Nietzsche <strong>de</strong>l pobre. Niche <strong>de</strong> Cuba.<br />

—Digo que vives, <strong>de</strong> estar vivo. Vivimos peligrosamente, Arsenio<br />

Lupino. Todos vivimos en peligro.<br />

—De muerte. Lo dices porque tenemos que morir. —De vida. Lo digo<br />

por la vida, que hay que vivirla, como tú dices, <strong>de</strong> todas-todas.<br />

Me miraba y me señaló con el índice <strong>de</strong>l espejo y no supe si fue el<br />

izquierdo o el <strong>de</strong>recho.

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