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Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

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no ventidós como otro cubano cualquiera—. El último número, el sesenta y<br />

seis, también es <strong>un</strong> número perfecto. Como el mío.<br />

—¿Corolario?<br />

—Que mientras más conozco las letras más quiero los números.<br />

—Ah coño —dije yo y pensé, Al carajo, otro tigre con rayas infinitas,<br />

pero dije—: Un cabalista.<br />

—Elixir pitagórico, que es muy bueno para el espasmo literario. O<br />

pasmo, como dirían en nuestro lejano Oriente.<br />

—¿Tú crees verda<strong>de</strong>ramente en los números?<br />

—Es casi en lo único que creo. Dos y dos serán siem pre cuatro y el<br />

día que sean cinco es hora <strong>de</strong> echarse a correr.<br />

—¿Pero no tuviste siempre problemas con las matemáticas?<br />

—Eso no son los números, sino la utilización <strong>de</strong> los números. Un poco<br />

como la lotería, que es la explotación <strong>de</strong> los números. El teorema <strong>de</strong><br />

Pitágoras es menos importante que sus consejos <strong>de</strong> no comer habas o no<br />

matar <strong>un</strong> gallo blanco o no llevar la imagen <strong>de</strong> Dios en <strong>un</strong> anillo o no apagar<br />

el fuego con la espada. Y otras tres cosas a cual más <strong>de</strong>cisivas: No comer<br />

corazón, no volver a la patria quien se ausentase <strong>de</strong> ella y no mear <strong>de</strong> cara al<br />

sol.<br />

Me reí y la calle se abrió al Parque Maceo y la Beneficencia. Pero no a<br />

causa <strong>de</strong> mi risa. Cué soltó el timón y extendió los brazos y gritó:<br />

—Thalassa! ¡Thalassa!<br />

Hizo <strong>un</strong>a broma más y tarareando el vals Sobre las olas, dio tres<br />

vueltas al parque Maceo.<br />

—¡Míralo, míralo, Ajenofonte! —dijo.<br />

—¿A ti no te gusta el mar?<br />

—¿Quieres que te cuente <strong>un</strong> sueño?<br />

No esperó que yo dijera que sí.<br />

VII<br />

Sueño <strong>de</strong> Arsenio Cué:<br />

Estoy sentado en el Malecón y miro al mar. Estoy sentado en el muro<br />

hacia la calle, pero miro al mar a<strong>un</strong>que le dé la espalda. Estoy sentado en<br />

el Malecón y veo el mar. (Las repeticiones son <strong>de</strong>l sueño, la extrañeza<br />

también.) No hay sol o no hay <strong>de</strong>masiado sol. En todo caso hay buen sol.<br />

Me siento bien. No estoy solo, es evi<strong>de</strong>nte. A mi lado hay <strong>un</strong>a mujer que<br />

tendría <strong>un</strong>a cara <strong>de</strong> gran belleza si solamente pudiera verla. Parece que

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