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Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

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ELLA CANTABA BOLEROS<br />

Eres injusto me dijo Alex y yo iba a protestar cuando me dijo, No,<br />

déjame hablar y <strong>de</strong>spués que sepas, verás que eres injusto, y yo lo <strong>de</strong>jé<br />

hablar, lo <strong>de</strong>jé hablar con su voz redonda, bella, bien cuidada, que <strong>de</strong>cía<br />

todas las eses y todas las <strong>de</strong>s y don<strong>de</strong> todas las eres eran eres y comencé a<br />

compren<strong>de</strong>r mientras hablaba por qué era tan famoso actor <strong>de</strong> radio y por<br />

qué recibía miles <strong>de</strong> cartas femeninas todas las semanas y comprendía por<br />

qué rechazaba las proposiciones que le hacían y comprendí también por qué<br />

le gustaba conversar, contar, hablar: era <strong>un</strong> Narciso que <strong>de</strong>jaba caer sus<br />

palabras en el estanque <strong>de</strong> la conversación y se oía complacido en las ondas<br />

sonoras que creaba. ¿Fue su voz lo que le hizo homosexual? ¿O al revés? ¿O<br />

es que en cada actor hay escondido <strong>un</strong>a actriz? Ah, yo no sirvo para hacer<br />

preg<strong>un</strong>tas.<br />

Lo que dices no es cierto, me dijo, nosotros, dijo y n<strong>un</strong>ca pasó <strong>de</strong> ahí,<br />

nosotros no somos los amos <strong>de</strong> Estrella o <strong>de</strong> La Estrella como sé que tú<br />

dices. En realidad <strong>de</strong> verdad somos las ovejas <strong>de</strong> Polifemo. (Lindo ¿verdad?<br />

Pero había que oírlo.) Ella hace y <strong>de</strong>shace en casa. No es criada ni cosa<br />

parecida, sino <strong>un</strong> huésped no invitado: llegó <strong>un</strong> día hace seis meses porque<br />

la invitamos <strong>un</strong>a noche que la oímos cantar en el Bar Celeste: yo la invité, a<br />

tomar <strong>un</strong> trago con nosotros. Se quedó a dormir esa madrugada y durmió<br />

todo el día y por la noche se fue sin <strong>de</strong>cir nada, pero a la mañana siguiente<br />

estaba en la puerta tocando para que le abrieran. Subió, se acostó en el<br />

cuarto que le dimos, que era el cuarto mío <strong>de</strong> pintar, inci<strong>de</strong>ntalmente, que<br />

mudé para el cuarto <strong>de</strong> criados <strong>de</strong> la azotea, <strong>de</strong>spués que ella <strong>de</strong>spidió a la<br />

criada que teníamos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace añísimos, aprovechándose <strong>de</strong> que estábamos<br />

<strong>de</strong> vacaciones, y trajo a la casa <strong>un</strong> cocinero, <strong>un</strong> negrito que la obe<strong>de</strong>cía en<br />

todo y con el que salía todas las noches. ¿Te das cuenta? Él le llevaba el<br />

neceser, que en ese tiempo podía ser <strong>un</strong>a cartera comando vieja o <strong>un</strong>a jaba<br />

<strong>de</strong> El Encanto, y salían a recorrer los centros nocturnos y volvían por la<br />

mañana. Hasta que lo botamos. Eso ocurrió, claro, mucho <strong>de</strong>spués. Fue a la<br />

semana <strong>de</strong> estar <strong>de</strong> invitada que nos hizo el cuento <strong>de</strong> su hijo inválido y<br />

aprovechándose <strong>de</strong> nuestra pena —momentánea, déjame <strong>de</strong>cirte— nos pidió

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