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Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

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XXII<br />

No iba a llover más por esta noche.<br />

—El tiempo dio la razón a Brillat Savarin —dijo Cué caminando<br />

mirando gesticulando—. Hoy vale más el <strong>de</strong>scubrimiento <strong>de</strong> <strong>un</strong> plato nuevo<br />

que el <strong>de</strong> <strong>un</strong>a nueva estrella. (Señalando al cosmos.) Son tántas las estrellas.<br />

El cielo estaba <strong>de</strong>spejado y bajo su comba caminamos hasta el<br />

Nacional.<br />

—Debí comprar <strong>un</strong>a bomba <strong>de</strong> achicar. Te invito a pasear en bote.<br />

No dije nada. Todo estaba oscuro y en silencio. Hasta la muñeca<br />

dipsómana estaba a oscuras y callada. Borracha <strong>de</strong> lluvia. Cué no dijo más<br />

nada y nuestros pasos resonaban históricos. En el cielo hubo <strong>un</strong> silencio que<br />

duró más que minutos-luz. Cuando llegamos al carro, antes <strong>de</strong> llegar porque<br />

el bombillo <strong>de</strong>l parqueo seguía alumbrando, vimos que alguien lo había<br />

cubierto y subido los cristales.<br />

—Y bien cerradito —dijo Cué entrando—. Seco-seco.<br />

Me senté en mi asiento, suicida siempre. Salimos y se paró en la<br />

portada y bajó y <strong>de</strong>spertó al sereno y quiso darle <strong>un</strong>a propina. El guardia no<br />

la aceptó. Era el otro Ramón todavía. Los amigos <strong>de</strong> mis amigos son mis<br />

amigos, dijo. Cué le dio las gracias buenas noches. Tamañana. Nos fuimos.<br />

Hicimos <strong>un</strong> viaje corto y me <strong>de</strong>jó en los bajos cinco minutos <strong>de</strong>spués<br />

a<strong>un</strong>que estábamos a cuatro cuadras <strong>de</strong> casa, porque la línea más corta entre<br />

dos p<strong>un</strong>tos, para Arsenio Einstein Cué, es la curva <strong>de</strong>l Malecón.<br />

—Estoy muerto —me dijo estirándose.<br />

—¿Quieres <strong>un</strong>a mortaja <strong>de</strong> lino?<br />

—¿Novas Caivo?<br />

—No, <strong>de</strong> hilo. O en todos caso, <strong>de</strong> Linos.<br />

—No pienso morir <strong>de</strong> nuevo esta noche. Como dice tu Marx, Better<br />

rusty than missing.<br />

—Considéralo <strong>un</strong>a compañía para tu eternidad, que te vas solo a tu<br />

casa.<br />

—Mi viejo, es que te olvidas <strong>de</strong>l Viejo.<br />

—¿El Viejo y el mal?<br />

—Le Vieux M, aquel que dijo que le vrai neant ne se peut ni sentir ni<br />

penser. Mucho menos com<strong>un</strong>icar.<br />

—Quel salaud! Ése es el Gran Contradictorio.<br />

Haló el freno <strong>de</strong> mano y se volvió a medias hacia mí movido por la<br />

inercia. Cué vivía en el espacio exterior y ni la gravedad ni la fricción ni la

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