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Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

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irreversible, el espacio es irrecorrible y a<strong>de</strong>más, infinito. Fue por eso que<br />

pu<strong>de</strong> preg<strong>un</strong>tarle:<br />

—¿A dón<strong>de</strong> vamos?<br />

—No sé —me dijo—. Elige tú que canto yo.<br />

—No tengo la menor i<strong>de</strong>a.<br />

—¿Qué te parece la playa <strong>de</strong> Marianao?<br />

Me alegré. Por <strong>un</strong> momento pensé que iba a <strong>de</strong>cir el Mariel. Un día <strong>de</strong><br />

estos nos vamos a topar con el dragón azul o con el tigre blanco o con la<br />

tortuga negra. Cué tendrá también su Última Thule. ¿No lo dije? Frenamos<br />

violentamente en la Calle Doce porque pusieron la luz roja. Tuve que<br />

agarrarme fuerte.<br />

—«El aire hace al águila», Goethe —dijo Cué—. «El semáforo crea el<br />

freno», I. Myself.<br />

X<br />

Seguimos a la sombra <strong>de</strong> los árboles (laureles o falsos laureles,<br />

jacarandás, flamboyanes en flor y, <strong>de</strong> lejos, los enormes ficus <strong>de</strong>l parque<br />

dividido en dos por la avenida y que n<strong>un</strong>ca recuerdo cómo se llama y don<strong>de</strong><br />

estos gigantes parecen <strong>un</strong> solo Árbol Bo repetido en <strong>un</strong> blasfemo juego <strong>de</strong><br />

espejos) <strong>de</strong> copa y cuando llegamos a los pinos más cerca <strong>de</strong> la costa, sentí<br />

el olor <strong>de</strong>l mar, salado, penetrante como <strong>un</strong>a concha que se abre y pensé,<br />

como Códac, que el mar es <strong>un</strong> sexo, otra vagina. Pasaron a los lados Las<br />

Playitas, Coney Island, y el Rumba Palace y el Panchín y la Taberna <strong>de</strong><br />

Pedro (que <strong>de</strong> noche era <strong>un</strong>a ostra musical con la perla negra <strong>de</strong>l Chori<br />

cantando y tocando y burlándose <strong>de</strong> él mismo y <strong>de</strong> todo: <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los clowns<br />

más merecidos <strong>de</strong> prestigio <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do y quizás el más anónimo) y los<br />

barecitos, cafés, puestos <strong>de</strong> frita que indicaban, como en la Avenida <strong>de</strong>l<br />

Puerto, que el paseo comenzaba y terminaba, y la avenida <strong>de</strong>l Biltmore<br />

cambió los dátiles <strong>de</strong> la Quinta Avenida por palmas reales, barrigonas y<br />

canas y supe que ahí era a don<strong>de</strong> nos dirigíamos, al camino <strong>de</strong> Santa Fe.<br />

Pronto (porque Cué pisó el pedal) <strong>de</strong>jamos <strong>de</strong>trás Villa-nueva y el pickenchicken<br />

(picking-chicking) que fue memorable <strong>un</strong>a noche, y los campos <strong>de</strong><br />

golf para ver las radas y los yates fon<strong>de</strong>ados y al fondo el golfo y <strong>de</strong>trás <strong>de</strong>l<br />

horizonte la barrera <strong>de</strong> nubes blancas y gordas y sólidas que eran otro muro<br />

<strong>de</strong>l Malecón.<br />

—¿Tú conoces Barlovento?<br />

—Sí, creo que estuve contigo. Es ese reparto...

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