09.05.2013 Views

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

uidos guturales. Solamente cuando el policía tomó el dinero en su mano y<br />

se lo ofreció, lo aceptó. No me gustó nada su cara, porque se quedó mirando<br />

el bastón, cuando yo me lo llevaba, como <strong>un</strong> perro que abandona <strong>un</strong> hueso.<br />

Por fin terminó aquel inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>sagradable y tomamos <strong>un</strong> taxi allí mismo<br />

—conseguido por mediación <strong>de</strong>l policía, amable como era su <strong>de</strong>ber— y alguien<br />

aplaudió cuando nos íbamos y alg<strong>un</strong>os nos saludaron con<br />

benevolencia. No pu<strong>de</strong> ver la cara <strong>de</strong>l cretino y me alegré. Mrs. Campbell<br />

no dijo nada durante todo el viaje y parecía contar mentalmente los regalos.<br />

Yo me sentía muy bien con mi bastón recobrado, que sería luego <strong>un</strong> souvenir<br />

con <strong>un</strong>a historia interesante, mucho más valioso que los comprados por<br />

Mrs. Campbell a montones.<br />

Llegamos al hotel y dije en la carpeta que regresábamos a nuestro país<br />

esa tar<strong>de</strong>, que nos prepararan la cuenta, que almorzaríamos en el hotel.<br />

Subimos.<br />

Como siempre, abrí la puerta y <strong>de</strong>jé entrar a Mrs. Campbell, que<br />

prendió la luz porque las cortinas estaban todavía corridas. Ella entró al<br />

salón y siguió al cuarto. Cuando encendió la luz, dio <strong>un</strong> grito. Creí que la<br />

había cogido la corriente, pensando que en el extranjero siempre hay<br />

voltajes peligrosos. También pensé en algún insecto venenoso o en <strong>un</strong><br />

ladrón sorprendido. Corrí al cuarto. Mrs. Campbell aparecía rígida, sin<br />

po<strong>de</strong>r hablar, casi en <strong>un</strong> ataque <strong>de</strong> histeria. No comprendí al principio qué<br />

pasaba, viéndola en medio <strong>de</strong>l cuarto, catatónica. Pero ella me señaló con<br />

ruidos <strong>de</strong> su boca y la mano hacia la cama. Allí, en <strong>un</strong>a mesita <strong>de</strong> noche,<br />

cruzado sobre el cristal, negro sobre la ma<strong>de</strong>ra pintada <strong>de</strong> ver<strong>de</strong> claro, había<br />

otro bastón.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!