09.05.2013 Views

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Mi hermano y yo habíamos <strong>de</strong>scubierto <strong>un</strong> método para ir al cine que<br />

<strong>de</strong>bimos patentar. Ya no podíamos hacer lo que hacíamos antes cuando nos<br />

colábamos en el Esmeralda, porque éramos gran<strong>de</strong>s para eso: entretener<br />

conversando o armando <strong>un</strong>a falsa pelea o gritando ¡ataja! ¡ataja! al portero<br />

para que <strong>un</strong>o <strong>de</strong> los dos se colara y luego venir el otro y pedir permiso para<br />

entrar a buscar a su hermano para darle <strong>un</strong> recado urgente <strong>de</strong> su mamá y<br />

aprovechar y quedarnos los dos <strong>de</strong>ntro —eso, ya no era posible. Pero ahora<br />

cogíamos el camino <strong>de</strong> Santa Fe. Primero re<strong>un</strong>íamos todos los cartuchos<br />

usados, que daban <strong>un</strong> centavo por cada diez en el puesto <strong>de</strong> frutas <strong>de</strong> la calle<br />

Bernaza (don<strong>de</strong> <strong>un</strong>a vez el dueño me dijo que me daría veinticinco centavos<br />

por cada cien cartuchos y cuando yo, todavía <strong>de</strong>slumbrado por el<br />

<strong>de</strong>scubrimiento que acababa <strong>de</strong> hacer: <strong>un</strong>a mina: <strong>un</strong> idiota: <strong>un</strong>o que no sabía<br />

contar: la veta a explotar, regresé con veinte cartuchos, corriendo, presa <strong>de</strong><br />

la fiebre <strong>de</strong>l oro y le pedí los cinco centavos y solamente recogí su sonrisa,<br />

luego risa y la respuesta, «Usté se cree que yo soy bobo», con su cola para<br />

mi asombro. «Llévese sus cartuchos ¡coño!», supe lo que era el doble<br />

engaño), si el día andaba malo para la caza <strong>de</strong> cartuchos, veíamos cuántos<br />

periódicos viejos teníamos, salíamos a pedir por toda la cuartería o a buscar<br />

don<strong>de</strong>quiera y al final nos íbamos con el cargamento precioso a la<br />

pesca<strong>de</strong>ría —don<strong>de</strong> los periódicos valían menos que los cartuchos. (Siempre<br />

hubo que olvidarse <strong>de</strong> la propina por hacer mandados porque había que hacerlos<br />

<strong>de</strong> gratis: eran tan pobres en el solar y ya Lesbia Dumois, la generosa<br />

puta <strong>de</strong> quince años, Max Urquiola, el botarate, maduro crupié trasnochador,<br />

y doña Lala, la dadivosa y vieja y casi venerada mantenida <strong>de</strong>l triple héroe:<br />

aviador, coronel, político (todos ellos eran, fueron personajes épicos: no<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñen como pobre caracterización lo que quiere ser solamente,<br />

únicamente, eternamente <strong>un</strong>a otiose), ellos todos se habían mudado, se habían<br />

ido, se habían muerto: los habíamos perdido tanto como la inocencia<br />

infantil para aceptar <strong>un</strong>a regalía sin sonrojo: ahora crecíamos y sabíamos ya<br />

lo que es ven<strong>de</strong>r <strong>un</strong> favor —más fácil es ven<strong>de</strong>r cartuchos usados, periódicos<br />

viejos o...)<br />

Nuestro último, gran filón fueron los libros: los <strong>de</strong> mi padre, los <strong>de</strong> su<br />

tío, los <strong>de</strong>l padre <strong>de</strong> su tío: vendíamos el patrimonio literario familiar.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!