09.05.2013 Views

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

la hace trizas.<br />

—¿Qué te parece Bach a sesenta? —me dice.<br />

—¿Cómo? —le digo.<br />

—Bach, Juan Sebastián, el barroco marido fornicante <strong>de</strong> la reveladora<br />

Ana Magdalena, el padre contrap<strong>un</strong>tístico <strong>de</strong> su armonioso hijo Carl<br />

Friedrich Emmanuel, el ciego <strong>de</strong> Bonn, el sordo <strong>de</strong> Lepanto, el manco<br />

maravilloso, el autor <strong>de</strong> ese manual <strong>de</strong> todo preso espiritual, El Arte <strong>de</strong> la<br />

Fuga —me dice—. ¿Qué diría el viejo Bacho si supiera que su música viaja<br />

por el Malecón <strong>de</strong> La Habana, en el trópico, a sesenta y cinco kilómetros por<br />

hora? ¿Qué le daría más miedo? ¿Qué sería pavoroso para él? ¿El tempo a<br />

que viaja sonando el bajo continuo? ¿O el espacio, la distancia hasta don<strong>de</strong><br />

llegaron sus ondas sonoras organizadas?<br />

—No sé. No había pensado —y <strong>de</strong> veras que n<strong>un</strong>ca lo pensé, ni antes<br />

ni ahora.<br />

—Yo sí —me dice—. He pensado que esa música, que ese sutil<br />

concierto grueso —y <strong>de</strong>ja <strong>un</strong> espacio vacío <strong>de</strong> sus frases dramáticas<br />

pedantes para que lo llene la música—fue creado para oírse en Weimar, en<br />

el sigloXVII, en <strong>un</strong> palacio alemán, en la sala <strong>de</strong> música, barroca, a la luz <strong>de</strong><br />

can<strong>de</strong>labros, en <strong>un</strong>a quietud no sólo física sino también histórica: <strong>un</strong>a<br />

música para la eternidad, es <strong>de</strong>cir, para la corte ducal.<br />

El Malecón pasaba por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l auto hecho <strong>un</strong> plano <strong>de</strong> asfalto, a<br />

los lados en forma <strong>de</strong> casas picadas por el salitre y el muro inacabable y<br />

arriba por los cielos nublados y parte nublados y el sol que bajaba<br />

incoerciblemente, como Ícaro, hacia el mar. (¿Por qué este mimetismo?<br />

Siempre termino siendo lo que los otros: díganme cómo hablo y les diré<br />

quién soy, que es como <strong>de</strong>cir con quién ando.) Oía a Bach ahora por los<br />

intersticios <strong>de</strong> la explicación y pensé en los juegos verbales que hubiera<br />

hecho Bustrófedon <strong>de</strong> estar vivo: Bach, Bachata, Bachanal, Baches (que<br />

había en el pavimento, rompiendo el continuo espacial <strong>de</strong>l Malecón),<br />

Bachillerato, Bacharat, Bacaciones —y oírlo hacer <strong>un</strong> diccionario con <strong>un</strong>a<br />

sola palabra.<br />

—Bach —dice Cué— que fumaba tabaco y bebía café y fornicaba<br />

como cualquier habanero, pasea ahora con nosotros. Tú sabes que escribió<br />

<strong>un</strong>a cantata al café —¿me preg<strong>un</strong>taba?— y otra al tabaco, al que hizo <strong>un</strong><br />

poema que me sé: «Siempre que cojo mi tabaco y lo enciendo / y fumo para<br />

<strong>de</strong>jar pasar el tiempo / mis pensamientos, cuando me siento y tiro, / vienen a<br />

parar en <strong>un</strong>a visión triste y gris y tenue: / eso prueba que me meto / muy<br />

bien <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l humo» —<strong>de</strong>jó <strong>de</strong> citar, <strong>de</strong> recitar—. ¿Qué te parece el Viejo?<br />

Es casi <strong>un</strong> p<strong>un</strong>to guajiro. ¡Carajo! —Hizo <strong>un</strong> silencio para oír, para

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!