09.05.2013 Views

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Antes <strong>de</strong> tocar me miré las manos: tenía <strong>un</strong>a medial<strong>un</strong>a negra en cada<br />

uña. Bajé las escaleras otra vez. Era la seg<strong>un</strong>da vez que lo hacía. La otra vez<br />

vi que tenía los zapatos llenos <strong>de</strong> fango y bajé a limpiarlos en la calle. Lo<br />

que fue <strong>un</strong>a mala i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo. El zapato izquierdo casi soltó el<br />

tacón y tuve que asegurarlo taconeando como <strong>un</strong> vesánico en la acera. No<br />

conseguí apretar el tacón, pero sí que <strong>un</strong>a vieja que paseaba <strong>un</strong> perro se<br />

parara a verme <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la acera <strong>de</strong> enfrente. «Soy la respuesta cubana a Fred<br />

Astaire», le grité, pero hizo como si no oyera: fue el perro quien respondió<br />

ladrando como otro loco más en aquel pedazo tranquilo <strong>de</strong> calle. Ahora<br />

busqué abajo hasta que encontré <strong>un</strong> palito y me limpié las uñas con cuidado.<br />

Volví a subir los escalones <strong>de</strong> mármol, lentamente, mirando con atención el<br />

jardín cuidado, admirando la blanca fachada <strong>de</strong> piedra <strong>de</strong> cantería. Cuando<br />

llegué arriba pensé que lo mejor era volver otro día, pero ya tenía agarrado<br />

el aldabón y a<strong>de</strong>más, ¿podría volver? Casi no tenía fuerzas hoy.<br />

Llamé <strong>un</strong>a vez. Quise llamar suave, con cuidado, pero el llamador se<br />

me fue <strong>de</strong> la mano y sonó como <strong>un</strong> tiro: era <strong>un</strong> trozo, pesado, <strong>de</strong> bronce. No<br />

venía nadie. Mejor que me vaya. Volví a llamar, esta vez dos veces, más<br />

suave. Creo sentir que venía alguien, pero la puerta se abrió mucho <strong>de</strong>spués.<br />

La abrió <strong>un</strong> tipo <strong>de</strong> <strong>un</strong>iforme.<br />

—¿Qué quieres —me dijo, como diciéndome que había llamado tres<br />

veces <strong>de</strong> más, y añadió con <strong>un</strong> tono que estaba sin duda más cerca <strong>de</strong>l<br />

<strong>de</strong>sprecio que <strong>de</strong>l amor—: tú?<br />

Empecé a buscar en los bolsillos el papel que traía. No lo encontraba.<br />

Saqué <strong>un</strong>a transferencia y la dirección <strong>de</strong>l profesor <strong>de</strong> dicción y fonética<br />

E<strong>de</strong>lmiro Sanjuán y la última carta <strong>de</strong> mi madre, sin sobre, arrugada.<br />

¿Dón<strong>de</strong> metería el papelito? El hombre estaba esperando y parecía más<br />

capaz <strong>de</strong> cerrarme la puerta en la cara que <strong>de</strong> tener paciencia. Lo encontré al<br />

fin y se lo di y lo cogió con <strong>un</strong> gesto antiséptico. Creyó que ahí acabaría<br />

todo. Le dije para quien era y que tenía respuesta.<br />

—Espere aquí —me dijo y cerró la puerta. Miré bien el aldabón. Era<br />

la amputada garra <strong>de</strong> <strong>un</strong> león <strong>de</strong> bronce, que con largas uñas <strong>de</strong> bronce<br />

apretaba <strong>un</strong>a bola <strong>de</strong> bronce. Debía ser importado <strong>de</strong>l Bronx. Oí que <strong>un</strong>os<br />

niños jugaban en algún lado, gritando nombres. En los árboles <strong>de</strong>l parque

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!