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Tres tistres tigres - Diario de un chico trabajador

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en lágrimas.<br />

—Tiene miedo <strong>de</strong> que me boten —le dije a Vivian.<br />

—Sí si seguimos haciendo estas escenas —dijo Silvestre y sobre su<br />

voz Vivian dijo, Fuera <strong>de</strong> la escena— nos van a sacar para afuera a todos<br />

nosotros —dijo y trazó <strong>un</strong>a circ<strong>un</strong>ferencia excéntrica con el <strong>de</strong>do<br />

borracho— y a éste —y ap<strong>un</strong>tó <strong>un</strong>a flecha errática con el índice para mí—<br />

lo botan <strong>de</strong> su trabajo, el pobre.<br />

Vivian hizo tch tch tch con su boca fr<strong>un</strong>cida en falsa congoja y<br />

diversión real y Silvestre la miró <strong>de</strong> frente y casi levantó otra vez la mano<br />

con que insistía en la facilidad erótica <strong>de</strong> Vivian, pero se volvió a ver pasar a<br />

<strong>un</strong>a <strong>de</strong> las coristas rumbo a la calle y al olvido <strong>de</strong> la noche. Cué lloró más<br />

todavía. Cuando me iba hacia la orquesta estaba llorando ahora acompañado<br />

por Sibila, que también estaba borracha, y <strong>de</strong>jé la mesa flotando en <strong>un</strong> mar<br />

<strong>de</strong> llanto (<strong>de</strong> Arsenio Cué & Cía.) y <strong>de</strong> consternación (<strong>de</strong> Silvestre) y <strong>de</strong> risa<br />

sofocada (<strong>de</strong> Vivian) y vine para el escenario que ya bajaron hasta ser <strong>un</strong>a<br />

pista <strong>de</strong> baile.<br />

Cuando me pongo a tocar me olvido <strong>de</strong> todo. De manera que estaba<br />

picando, repicando, tumbando, haciendo contracanto o concertando con el<br />

piano y el bajo y apenas distinguía la mesa <strong>de</strong> mis amigos los plañi<strong>de</strong>ros y<br />

los tímidos y los divertidos, que quedaron en la oscuridad <strong>de</strong> la sala. Seguí<br />

tocando y <strong>de</strong> pronto veo que en la pista estaba bailando Arsenio Cué, nada<br />

lloroso, con Vivian todavía divertida. No me imaginaba que ella bailara tan<br />

bien, tan rítmica y tan cubana. Cué, por su parte, se <strong>de</strong>jaba llevar, mientras<br />

fumaba <strong>un</strong> cigarro kingsize en <strong>un</strong>a boquilla negra y metálica y con sus<br />

espejuelos negros confrontaba a todo el m<strong>un</strong>do petulante, pedante,<br />

<strong>de</strong>safiante. Pasaron j<strong>un</strong>to a mí y Vivian me sonrió.<br />

—Me gusta como tocas —me dijo y el tuteo era otra sonrisa.<br />

Pasaron muchas veces y terminaron por bailar j<strong>un</strong>to a mi zona. Cué<br />

estaba borracho-borracho y ahora se quitó los espejuelos para guiñarme <strong>un</strong><br />

ojo y se sonrió y me guiñó los dos ojos, y, creo, me dijo hablando con los<br />

labios nada más, Se acuesta se acuesta. Finalmente se acabó el número, que<br />

era ese bolerón, Miénteme. Vivian bajó primero y Cué se me acercó y me<br />

dijo, bien claro, al oído: —Ése se acuesta— y se rió y me señaló a Silvestre<br />

que dormía sobre la mesa, su cuerpo chato y chino chiquito envuelto en <strong>un</strong><br />

traje <strong>de</strong> seda cruda que parecía caro a<strong>un</strong> a esa distancia, azul echado sobre el<br />

mantel blanco. En la próxima pieza Arsenio Cué bailó (es <strong>un</strong> <strong>de</strong>cir) con<br />

Sibila, que también daba tumbos por lo que ahora parecía él bailar mejor o<br />

menos mal que con Vivian. Mientras yo sonaba los cueritos vi que ella<br />

(Vivian) no me quitaba los ojos <strong>de</strong> encima. La vi levantarse. La vi caminar

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