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el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus

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112<br />

D IVORCIO<br />

que no creo poseer ni la sabiduría ni la autoridad<br />

<strong>para</strong> definir lo que es una ‘causa justificada’; sólo<br />

los cónyuges pueden determinarlo, y sobre <strong>el</strong>los<br />

recae la responsabilidad de la cadena de consecuencias<br />

que inevitablemente tienen lugar cuando no se<br />

honran esos convenios. En mi opinión, una ‘causa<br />

justificada’ sería algo tan serio como una situación<br />

prolongada y evidentemente irreversible en la que<br />

se va destruyendo en forma paulatina la dignidad<br />

o <strong>el</strong> amor propio de una persona.<br />

“Al mismo tiempo, tengo una firme convicción de<br />

lo que no es motivo <strong>para</strong> romper los sagrados convenios<br />

d<strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong>. Indudablemente no puede<br />

ser por ‘situaciones estresantes’ ni ‘diferencias de<br />

personalidad’, ni por ‘haberse alejado <strong>el</strong> uno d<strong>el</strong><br />

otro’ ni por haber ‘dejado de quererse’, especialmente<br />

cuando hay hijos” (Liahona, julio de 1993, pág. 43).<br />

MATRIMONIO Y DIVORCIO<br />

Élder David B. Haight<br />

D<strong>el</strong> Quórum de los Doce<br />

Apóstoles<br />

Véase Liahona, julio de 1984,<br />

págs. 15–18<br />

Ruego que pueda tener la compañía d<strong>el</strong> Espíritu<br />

Santo a fin de que mis palabras estén en armonía<br />

con la verdad rev<strong>el</strong>ada y que ustedes puedan recibirlas<br />

y comprenderlas bajo esa misma influencia<br />

c<strong>el</strong>estial.<br />

Los asaltos a la familia tradicional<br />

Durante más de veinticinco años hemos sido testigos<br />

de los asaltos interminables a la familia tradicional;<br />

se han puesto en t<strong>el</strong>a de juicio los valores<br />

sagrados de la bondad humana, la disciplina y hasta<br />

<strong>el</strong> amor y honor hacia Dios, nuestro Padre Eterno.<br />

Una nueva generación egoísta ha hecho de la familia<br />

<strong>el</strong> objeto de un menosprecio continuo. Se ha<br />

desacreditado y rechazado <strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong>; se ha<br />

degradado y evitado la paternidad. Estas influencias<br />

y otras de esa misma naturaleza han dado como<br />

resultado un torrente de tentaciones malignas que<br />

inducen a la supuesta gratificación instantánea y a<br />

la degradación d<strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong> y de los pap<strong>el</strong>es<br />

sagrados de esposa y madre.<br />

E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO<br />

El propósito divino d<strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong><br />

Lamentablemente, existen muchos seres humanos<br />

buenos que vivirían de otra manera, pero que no<br />

conocen <strong>el</strong> plan <strong>eterno</strong> que Dios tiene <strong>para</strong> Sus hijos.<br />

Aprendemos de las Escrituras que <strong>el</strong> propósito divino<br />

es que <strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong> sea una unión eterna con lazos<br />

familiares perdurables por toda la eternidad.<br />

Las Escrituras nos rev<strong>el</strong>an que después que la tierra<br />

fue organizada, Dios creó al hombre a Su propia imagen<br />

y le dio dominio de toda la tierra. Al lado d<strong>el</strong><br />

hombre estaba la mujer, compartiendo con él <strong>el</strong><br />

honor y la dignidad de supremacía que les fueron<br />

divinamente conferidos por sobre todas las demás creaciones.<br />

Dios declaró: “No es bueno que <strong>el</strong> hombre<br />

esté solo; le haré ayuda idónea <strong>para</strong> él” (Génesis 2:18).<br />

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de<br />

Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:27).<br />

El Señor también dio la siguiente instrucción:<br />

“Por tanto, dejará <strong>el</strong> hombre a su padre y a su<br />

madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola<br />

carne” (Génesis 2:24); así pues, dio la autorización<br />

<strong>para</strong> que <strong>el</strong> hombre y la mujer se unieran en <strong>matrimonio</strong>,<br />

tal como se había planeado en los ci<strong>el</strong>os<br />

<strong>para</strong> que pudieran crear cuerpos mortales.<br />

El programa d<strong>el</strong> Señor <strong>para</strong> la familia<br />

El primer mandamiento registrado que se dio a<br />

Adán y Eva fue: “Fructificad y multiplicaos; llenad<br />

la tierra” (Génesis 1:28).<br />

Consideramos a los hijos como dádivas de Dios, que<br />

se han confiado a nuestro cuidado <strong>para</strong> que los<br />

amemos, nutramos y capacitemos cuidadosamente.<br />

El Señor también nos dio esta instrucción: “Y también<br />

enseñarán a sus hijos a orar y a andar rectamente<br />

d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> Señor” (D. y C. 68:28).<br />

No se los debe maltratar o abusar, pues junto con<br />

sus padres son parte de una familia con <strong>el</strong> potencial<br />

de una asociación eterna.<br />

El presidente Spencer W. Kimball explicó:<br />

“Desde <strong>el</strong> principio, <strong>el</strong> Señor organizó todo <strong>el</strong> programa<br />

con un padre que procrea, provee, ama y<br />

dirige, y una madre que concibe, cría, [nutre], alimenta<br />

y enseña. El Señor pudo haberlo organizado<br />

de otra manera, pero escogió una unidad cuya responsabilidad<br />

y asociación tuvieran un propósito<br />

definido, en donde los niños se enseñan y disciplinan<br />

uno al otro, se aman, se honran y aprecian.

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