el matrimonio eterno: manual para el alumno - The Church of Jesus
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arrepentimiento y nos pre<strong>para</strong>rá <strong>para</strong> depender de la<br />
ayuda d<strong>el</strong> Señor.<br />
El hecho de que la proclamación se dirige a todo <strong>el</strong><br />
mundo, o sea, a toda persona y a todo gobierno, nos<br />
da la certeza de que no tenemos que sentirnos abrumados.<br />
Quienquiera que seamos y por más difíciles<br />
que sean nuestras circunstancias, podemos saber que<br />
lo que nuestro Padre nos manda a fin de habilitarnos<br />
<strong>para</strong> recibir las bendiciones de la vida eterna no<br />
quedará fuera de nuestra capacidad. Es verdad lo que<br />
dijo un joven hace mucho tiempo cuando enfrentó<br />
una asignación aparentemente imposible:<br />
“…porque sé que [<strong>el</strong> Señor] nunca da mandamientos<br />
a los hijos de los hombres sin pre<strong>para</strong>rles la vía <strong>para</strong><br />
que cumplan lo que les ha mandado” (1 Nefi 3:7).<br />
Quizás tengamos que orar con fe <strong>para</strong> saber lo que<br />
hemos de hacer. Debemos orar con la determinación<br />
de obedecer, pero podemos saber qué hacer y<br />
estar seguros de que <strong>el</strong> Señor nos ha pre<strong>para</strong>do <strong>el</strong><br />
camino. Al leer lo que la proclamación nos dice en<br />
cuanto a la familia, podemos esperar, y de hecho<br />
debemos esperar, recibir impresiones en la mente en<br />
cuanto a lo que debemos hacer. Y podemos tener la<br />
confianza de que es posible.<br />
La proclamación comienza con estas palabras:<br />
“Nosotros, la Primera Presidencia y <strong>el</strong> Consejo de<br />
los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los<br />
Santos de los Últimos Días, solemnemente proclamamos<br />
que <strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong> entre <strong>el</strong> hombre y la<br />
mujer es ordenado por Dios y que la familia es la<br />
parte central d<strong>el</strong> plan d<strong>el</strong> Creador <strong>para</strong> <strong>el</strong> destino<br />
<strong>eterno</strong> de Sus hijos”.<br />
Tratemos de imaginar que somos niños pequeños,<br />
que escuchamos esas palabras por vez primera y<br />
que creemos que son verdaderas. Ésa puede ser una<br />
buena actitud cada vez que leamos o escuchemos la<br />
palabra de Dios, porque Él nos ha dicho: “De cierto<br />
os digo, que <strong>el</strong> que no recibe <strong>el</strong> reino de Dios como<br />
un niño, no entrará en él” (Lucas 18.17).<br />
Un niño pequeño se sentirá seguro al escuchar las<br />
palabras “<strong>el</strong> <strong>matrimonio</strong> entre <strong>el</strong> hombre y la mujer<br />
es ordenado por Dios”, y sabrá que la añoranza de<br />
contar con <strong>el</strong> amor tanto d<strong>el</strong> padre como de la madre,<br />
distintos entre sí pero que de alguna manera se complementan<br />
perfectamente, existe porque así lo determina<br />
<strong>el</strong> plan <strong>eterno</strong>, <strong>el</strong> plan de f<strong>el</strong>icidad. El niño<br />
también se sentirá más seguro al saber que Dios ayudará<br />
a sus padres a resolver sus diferencias y a amarse<br />
<strong>el</strong> uno al otro si tan sólo piden Su ayuda y se<br />
L A F AMILIA: UNA PROCLAMACIÓN PARA EL MUNDO 249<br />
esfuerzan por lograrlo. Las oraciones de los niños de<br />
toda la tierra ascenderán a Dios <strong>para</strong> suplicarle Su<br />
ayuda en favor de los padres y de las familias.<br />
Leamos de la misma manera, como si fuéramos<br />
niños pequeños, las palabras de la proclamación<br />
que figuran a continuación:<br />
“Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son<br />
creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado<br />
hijo o hija espiritual de padres c<strong>el</strong>estiales y, como<br />
tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos.<br />
El ser hombre o mujer es una característica<br />
esencial de la identidad y <strong>el</strong> propósito <strong>eterno</strong>s de los<br />
seres humanos en la vida premortal, mortal y eterna.<br />
“En la vida premortal, los hijos y las hijas espirituales<br />
de Dios lo conocieron y lo adoraron como su<br />
Padre Eterno, y aceptaron Su plan por <strong>el</strong> cual obtendrían<br />
un cuerpo físico y ganarían experiencias terrenales<br />
<strong>para</strong> progresar hacia la perfección y finalmente<br />
cumplir su destino divino como herederos de la vida<br />
eterna. El plan divino de f<strong>el</strong>icidad permite que las<br />
r<strong>el</strong>aciones familiares se perpetúen más allá d<strong>el</strong> sepulcro.<br />
Las ordenanzas y los convenios sagrados disponibles<br />
en los santos templos permiten que las<br />
personas regresen a la presencia de Dios y que las<br />
familias sean unidas eternamente”.<br />
El comprender esas verdades debe facilitar <strong>el</strong> que nos<br />
sintamos como un niño pequeño, no sólo al leer la<br />
proclamación sino en <strong>el</strong> transcurso de nuestra vida,<br />
porque somos niños, ¡pero en qué familia y con qué<br />
Padres! Podemos imaginarnos cómo éramos, por más<br />
tiempo d<strong>el</strong> que podemos suponer, hijos e hijas que<br />
nos r<strong>el</strong>acionábamos en nuestro hogar c<strong>el</strong>estial con<br />
Padres que nos conocían y nos amaban. Y ahora que<br />
estamos aquí podemos imaginarnos que estamos<br />
de nuevo en casa con nuestros Padres C<strong>el</strong>estiales, después<br />
de la muerte, en ese lugar maravilloso, ya no tan<br />
sólo como hijos e hijas, sino también como esposos y<br />
esposas, padres y madres, abu<strong>el</strong>os y abu<strong>el</strong>as, nietos y<br />
nietas, unidos <strong>para</strong> siempre en familias amorosas.<br />
Asimismo, sabemos que en <strong>el</strong> mundo premortal éramos<br />
hombres o mujeres que poseían dones singulares<br />
adscritos a nuestro género particular y que, a fin de<br />
obtener la f<strong>el</strong>icidad eterna, era necesario contar con la<br />
oportunidad de casarnos y llegar a ser uno.<br />
Con ese panorama, nunca nos sentiremos tentados<br />
a pensar: “Quizás no me agrade la vida eterna. Tal<br />
vez sería igualmente f<strong>el</strong>iz en otro lugar en la vida<br />
después de la muerte; al fin y al cabo, ¿no he oído<br />
decir que aun los reinos más bajos son más hermosos<br />
que cualquier cosa que jamás se haya visto?”.<br />
E L M ATRIMONIO E TERNO: MANUAL P ARA E L A LUMNO